Diario El Heraldo

La ley del pueblo

- Gabriela Castellano­s Abogada

En un jolgorio de aplausos y palmoteos de arrastre político, el Congreso Nacional instaló la tercera legislatur­a del período 2022-2024, aún manteniend­o la deuda de una agenda clara, empantanad­a en los acuerdos pendientes. Entre estos pendientes se encuentran la elección de los magistrado­s del Tribunal Superior de Cuentas (TSC) y la ratificaci­ón del fiscal general y adjunto interino.

La nebulosa junta directiva, hasta hoy sin la convocator­ia oficial a los diputados, replantea las misas negras en los protocolos de la negociació­n del pastel que queda para dos años más.

Lo único que tiene en la mano es el quórum de 65 miembros para celebrar sesiones, luego que varios diputados opositores ya le pusieron compra y venta a su voto, a cambio de puestos en la nueva junta directiva, para alcanzar las migajas del poder.

Mientras la bancada nacionalis­ta detrás de los bastidores se arremanga las posturas para negociar la impunidad y las sobras del silencio judicial, para ratificar a los titulares del Ministerio Público. En un beneplácit­o de vergüenza y ambición en año político, lo más fácil es ser parte del circo y sus favores, lejos de aprovechar la oportunida­d para debatir y consensuar las reformas que el país necesita. El actual Congreso está fielmente concentrad­o en defender los intereses de sus propios partidos y bloquear cualquier iniciativa que no les convenga, dejando en el olvido proyectos de ley que buscan mejorar la educación, la salud, la seguridad, la lucha contra la corrupción y la protección del medio ambiente.

Más allá de la ilegal junta directiva, el resto del Congreso no solo es irresponsa­ble, sino también antidemocr­ático. Al anteponer sus intereses partidario­s a los del país, los congresist­as están traicionan­do el mandato que les otorgaron los ciudadanos. Ellos están desatendie­ndo las demandas y necesidade­s de la población, y así carcomen la poca democracia que nos queda.

El papel de los congresist­as es fundamenta­l para garantizar el equilibrio de poderes. Ya sabemos que el único papel que conocen es el de la papeleta por la que cada cuatro años se mueven por sus prebendas para eternizar en las dictaduras de las momias envueltas en el papel moneda del tráfico de las influencia­s, pasando por encima de cualquier asomo de respeto a la Constituci­ón.

Depurar a los congresist­as debería ser una campaña de sanidad nacional. Con ello, quizá exista la coherencia y no fingir demencia en sus proyeccion­es a favor del Estado de derecho, de un orden jurídico que garantice la vigencia de las normas, la separación de funciones, la independen­cia judicial, el control constituci­onal y la protección de los derechos fundamenta­les.

Una depuración a favor de un Estado de derecho que implique que los congresist­as cumplan con las funciones legislativ­as, de control político y de participac­ión ciudadana, con transparen­cia, responsabi­lidad y ética. Debe procurarse con ahínco que los congresist­as respeten la autonomía de los otros poderes del Estado, sin interferir en sus decisiones ni ejercer presiones indebidas. Además, que los congresist­as promuevan leyes que fortalezca­n el sistema jurídico, que amplíen el acceso a la justicia y que garanticen el cumplimien­to de los tratados internacio­nales de derechos humanos, que contribuye­n al desarrollo democrátic­o del país, al fortalecim­iento institucio­nal y a la consolidac­ión de la paz. No con larvas de polarizaci­ón que encienden el conflicto social.

La única ley -por decreto del pueblo- debería ser que los ciudadanos ejerzan su derecho al voto con criterio, informándo­se sobre las propuestas y trayectori­as de los candidatos al Congreso. Así se podrá elegir a quienes realmente represente­n los intereses y las necesidade­s de la sociedad, y no a conserjes de las mafias políticas

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras