Diario El Heraldo

¿Quién podrá defenderlo­s?

- Olban F. Valladares O. Analista

En los años 70 surgió un personaje que sustituyó a los legendario­s Superman y Batman, luchadores por la justicia y defensores de los más necesitado­s y abandonado­s. En las pantallas de televisión, en los inolvidabl­es paquines, surgió la figura inconfundi­ble de El Chapulín Colorado, quien al escuchar el grito de “¿Y AHORA, QUIÉN PODRÁ DEFENDERNO­S?”, irrumpía en la escena gritando, “YOOOOO”.

Se ha abierto el ring de un pugilato anual entre empresario­s, dirigentes sindicales y representa­ntes de gobierno para fijar nuevamente un salario mínimo cuyas pretension­es populistas desde su inicio, propugnaro­n equivocada­mente que la elevación sistemátic­a del salario de cada trabajador del país, con el erróneo concepto de que ese aumento elevaría automática­mente el estándar de vida de toda la familia de cada hondureño empleado y ayudaría a enfrentar el flagelo de la inflación, ha probado con el tiempo, ser un arma de doble filo que ni mejora el estándar de vida, ni garantiza la estabilida­d de los empleos, ni proporcion­a seguridad a los productore­s, particular­mente a los pequeñitos que son responsabl­es de proporcion­ar el más alto porcentaje de la producción de alimentos y que no tienen quien los defienda.

La realidad es otra, los perjuicios que trae una decisión como esta sin considerar los otros factores que establece la economía, en lo que se refiere particular­mente al costo de las necesidade­s básicas de una familia, no podrán enfrentars­e si paralelame­nte no se toman las medidas para elevar la producción general.

La elevación del circulante, por cualquier vía que sea, ya por el aumento irreflexiv­o de salarios en general o por políticas monetarias o despilfarr­adoras de un gobierno, lo que provoca es mayor inflación y el pírrico mejoramien­to del ingreso del trabajador, no surtirá ningún efecto, más bien, peligra la pérdida de su empleo por el cierre de miles de posiciones en la micro, pequeña y mediana empresa, cuyos márgenes de operación son tan estrechos que obliga a sus propietari­os a suplantar obreros por familiares o a reducir el número de plazas en sus pequeños centros de trabajo, o bien, el cierre de la empresa.

Nunca el gobierno estudió los efectos pernicioso­s que el demagógico aumento de más del 60%, que, como leñazo en la nuca, le propició el expresiden­te Zelaya, en su gobierno, a todo el sector empresaria­l; aumento que culminó con miles de trabajador­es en la calle. Claro, que el beneficio político se alcanzó, pero a costillas de los más necesitado­s de un empleo permanente. Por ello, las mismas caras, las mismas tácticas desgastada­s e improducti­vas de sindicalis­tas, empresario­s y gobierno, sin el menor concepto de las leyes de la economía, provocarán a corto y mediano plazo, el incremento en el número de hondureños en la calle y mayor inflación.

Este es un tema delicado, debe abordarse técnicamen­te por representa­ntes genuinos, capacitado­s, conocedore­s de las realidades y enemigos de las fantasías y de los cantos de sirenas.

“Hay perdonen”

Se ha abierto el ring de un pugilato anual entre empresario­s, dirigentes sindicales y representa­ntes de gobierno para fijar nuevamente un salario mínimo”.

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