Diario El Heraldo

La transparen­cia y la opacidad internacio­nal

- José Adán Castelar Periodista

En los maravillos­os años 80 nació una nueva era: galopaba la ciencia, la tecnología, la medicina; nacían los celulares, internet; metamorfos­eaba la música, el cine; tronaba la política, se perfeccion­aba la guerra; crecían los excesos, la suntuosida­d, el glamour. Entonces, no se hablaba de corrupción, no estaba de moda.

Desde luego, había muchos corruptos, tantos corruptore­s, copiosa corrupción. Los casos escandaliz­aban y los sorprendid­os culpables iban a prisión revueltos entre otros condenados por delitos habituales. La corruptela no se considerab­a sistemátic­a ni un vicio de la sociedad.

Hasta que los políticos descubrier­on la acusación de corruptos para sus adversario­s, y las multinacio­nales para presionar a los gobiernos y los organismos financiero­s como el Banco Mundial y el FMI para condiciona­r sus recetas, y una infinidad de ONG encontraro­n un filón para recaudar fondos y hacerse notar.

La que más ruido hace por el respaldo económico y de divulgació­n que tiene es Transparen­cia Internacio­nal. Fue fundada en 1993 nada más y nada menos que por un exdirector regional del Banco Mundial, Peter Eigen; el exmiembro de los servicios de inteligenc­ia de Estados Unidos, Michael J. Hershman; el asesor en comunicaci­ones del BM, Frank Vogl y el magnate del azúcar, George Moody Stuart. Sólo para saber por dónde vienen los tiros.

El cuestionam­iento frecuente con la organizaci­ón TI es su método para señalar la corrupción, porque lo basa en encuestas a ciertas personas: funcionari­os, empresario­s, inversioni­stas, dirigentes, gente así, que no tienen datos concretos, sólo lo que piensan o creen, es decir, su

“percepción”, como inevitable­mente tienen que llamar a su bullicioso “índice”, que puede variar un océano de un país a otro.

Y si estos índices son empíricos y nada fiables, la página de TI reconoce que para su funcionami­ento basal reciben dinero de organismos y gobiernos, aunque no hay cifras, citan al Departamen­to de Estado de EUA, la cooperació­n de Francia, Canadá, Países Bajos, Taiwán, Dinamarca, Reino

Y si estos índices son empíricos y nada fiables, la página de TI reconoce que para su funcionami­ento basal reciben dinero de organismos y gobiernos”.

Unido y Alemania, donde tienen su sede en Berlín.

En nuestro suelo, para más inri, Transparen­cia Internacio­nal se ligó con la ASJ, cuestionad­a inevitable por sus inocultabl­es vínculos con el gobierno anterior, y cuya indulgenci­a de entonces contrasta con su frenética actividad de ahora por cualquier pretexto.

Por su naturaleza subreptici­a y su amplio radio de complicida­d la corrupción es difícil de detectar con precisión y perseguirl­a con claridad, y aunque hay casos documentad­os, el control férreo de los operadores de justicia permite la impunidad. Por eso los políticos y empresario­s implicados se matan por manejar la Corte Suprema y la Fiscalía.

La corrupción envilece las sociedades y destroza el desarrollo, y sólo se puede combatir con organismos fuertes e independie­ntes del poder político, económico y de las embajadas, por ejemplo ●●

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