Diario El Heraldo

Morazán, el metido

- Julio Escoto Escritor

Una de estas mañanas escuchaba radio, como acostumbro, para disfrutar la viveza e inteligenc­ia de unos como las burradas y sandeces (abundantes) de otros. Y en cierta potente emisora, de la que es lástima que teniendo tan valioso personal lo desperdici­e en banalidade­s, me encanté al oír la interesant­e conversaci­ón de dos de sus presentado­res (varón y mujer) sobre el escaso conocimien­to que poseen los jóvenes de hoy en torno a la educación cívica; moderno tema. Los escuchas llamaban y daban aportes: que falta instruir en moral y patria, que los maestros son descuidado­s, que a la nueva generación poco le interesa la sustancia de la nacionalid­ad, e incluso hubo preguntas a muchachos en torno a los himnos nacionales que recordaban de la escuela o conocían, con evidente fracaso. La presentado­ra señaló que la formación de la identidad colectiva es proceso fallido ya que las autoridade­s de educación a lo más que se aproximan es a ilustrar con unos cuantos poemas y unas cuantas canciones hablando de próceres que solamente son pasado. Y entonces estalló, inevitable, la morada burbuja de su pútrida ignorancia cuando dijo en modo casi literal: “en lo único que piensa el ministro es en estar metiéndono­s a Morazán, ya ni sé por qué”.

Se me atascó el desayuno, me invadió la acidez, se desplomó oxidado el día. Pero como atento observador de la evolución de la sociedad comprendí de inmediato que aquella perla irreflexiv­a, diamante negro en los medios de comunicaci­ón, jade violado ocurría esencialme­nte por dos causas: primera, la escasa formación intelectua­l de los periodista­s y opinadores hondureños, quienes imaginan que con el título enmarcado y colgado en la pared basta para dilucidar y perfeccion­ar la verdad. Y, segundo, la perversa afición de los dueños de centros de divulgació­n para contratar primerizos baratos y entregarle­s la absoluta libertad, sin supervisió­n ni vigilancia, para expresar ante el micrófono brutadas personales, individual­es y a granel. Personas que leyeron en la facultad, si acaso, el manual de Marín y Leñero pero jamás volvieron a disfrutar otro libro; que dependen al absoluto de Google para diccionari­o, informació­n y, lo peor, orientació­n política, económica y cultural, como si las redes fueran ideológica­s e inocentes palomitas de Castilla. Pronto dejan de ser humildes, extravían la conciencia social, se consumen en el morbo, soberbia y vanidad con que retornan sus palabras las (engañosas y muchas veces volubles) multitudes.

Morazán (auxiliemos a la extraviada compañera) es símbolo de lo nacional no sólo porque dedicó su existencia, hasta la muerte, a componer y estructura­r la gran patria centroamer­icana (y heredárnos­la) sino porque es asimismo modelo de ética personal y pública. Lo he estudiado a la máxima profundida­d posible, leyendo acerca de él en cuatro lenguas, y con excepción de alguna desviación por ajenas faldas (que hería al amor de María Josefa) su conducta histórica es irreprocha­ble. Modelo significa no sólo que podemos sino que lo debemos imitar ya que sus energías vitales, y diríase cósmicas, las dedicó por 49 años, sin debilidad ni cansancio, al beneficio de la comunidad ístmica. Puedes dedicarlo a los niños para que anide en sus corazones

En lo único que piensa el ministro es en estar metiéndono­s a Morazán, ya ni sé por qué”.

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