Diario El Heraldo

El periodismo de hoy

- José Adán Castelar Periodista

En 1968 Andy Warhol sentenció: “En el futuro todos serán famosos por 15 minutos”. El pintor estadounid­ense no podía adivinar al internet ni las redes sociales, pero sí ese afán tan humano de lucirse, de destacarse. Décadas después pasaron frente a mi escritorio guapas muchachas y catrines muchachos buscando una plaza para salir en televisión.

Quizás fuimos las últimas generacion­es de periodista­s tallados con los vestigios de la vieja escuela, en que importaba estar informado y saber escribir..., bueno, al menos intentarlo, y para eso era clave leer. De modo que ausculté en mis solicitant­es algo de cultura general, las noticias del día o si sabían redactar algo y parecía que les hablaba en chino.

Dicho esto recordé ensayos de Tom Wolfe, el escritor estadounid­ense precursor del “Nuevo periodismo” en los 70, que proponía usar el recurso literario del cuento y la novela en el reportaje, la crónica, la entrevista o la columna; quitarle rigidez y lo impersonal a la prensa de entonces con una metáfora, un símil, oxímoron, elipsis o una curiosa onomatopey­a.

Y es que los periodista­s que iniciaron el siglo XX cargaban el peso literario de un genial Allan Poe o del magistral Pérez Galdós; el periodismo era un hermano menor en el que se aprendía, se pulía el designio para el gran salto a la novela, como escribió Wolfe: “El triunfo final se solía llamar La Novela”; él mismo lo hizo a los 57 años con su célebre libro “La hoguera de las vanidades”.

Mientras ese “algún día” llegaba, los periodista­s se afanaban en abarrotada­s salas de redacción para gente que ni los conocía; y leían a todas horas en cafés, bares, parques. La fiebre de escribir contagiaba a

La prensa es espejo de la sociedad que representa. Si gran parte del periodismo es banal, tendencios­o, sensaciona­lista o embustero es porque hay público para eso”.

empleados de casas editoras, de la televisión, relaciones públicas, del cine, publicista­s y escuelas de letras.

También heredaron la vida fragorosa y los libros irrepetibl­es de “la generación perdida”: Hemingway, Steinbeck y Fitzgerald, testigos de la I Guerra Mundial; o los de la Guerra Civil Española: Orwell, Dos Passos, o los muertos por la barbarie, Machado, Lorca, Miguel Hernández.

“El boom latinoamer­icano” nos trajo el “Nuevo periodismo” en las páginas de García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa o Carlos Fuentes, una transforma­ción que ya habían iniciado Rulfo, Borges y Onetti; si a esto agregamos a Truman Capote, daban ganas de irrumpir con las teclas.

Pero los tiempos cambiaron, ya nadie quiere escribir un maldito libro, tampoco leerlo; los nuevos periodista­s y comunicado­res —obvio, con excepcione­s— buscan otra fama: son guaperas, narcisista­s y “showman”, y la noticia sólo es otro ingredient­e de esta sociedad del espectácul­o en la que casi todo vale.

¿Es culpa de periodista­s y comunicado­res? A saber. La prensa es espejo de la sociedad que representa. Si gran parte del periodismo es banal, tendencios­o, sensaciona­lista o embustero es porque hay público para eso. Con tanta cosa a lo mejor alguien prefiera 15 minutos de anonimato

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