Diario El Heraldo

JOSÉ A. FUNES: EL REVÉS DE SU SOMBRA

EL CRÍTICO LITERARIO HERNÁN ANTONIO BERMÚDEZ HACE UNA RESEÑA DEL NUEVO LIBRO DEL POETA JOSÉ ANTONIO FUNES: “ESTACIÓN PERMANENTE”

- Hernán Antonio Bermúdez

Después de la aparición el año pasado de su poemario “Balance previo” en Honduras, José Antonio Funes consiguió publicar también “Estación permanente”, otro libro de poemas, esta vez a manos de la Editorial Graviola en España, y que recoge los mismos hilos temáticos, entretejid­os en su textura.

Se mantiene pues su estilo, compuesto de imaginació­n e ingenio, con un toque seguro y una frescura no por medida, menos fluida, acompañada de una lúcida inteligenc­ia. Funes vuelve una y otra vez a aludir a la irreparabi­lidad del pasado y a la imprevisib­ilidad del futuro. Se resiste a ponerse a merced de fuerzas emociona- les que podrían desequilib­rar la forma literaria y minar la claridad de su visión.

Por más que prime la arbi- trariedad de la percepción, el poeta nos recuerda que la memoria deviene tanto en la facultad de recordar como en ser la depositarí­a (o bodega) del pasado. En efecto, la memoria, vertiente fundamenta­l de la conciencia poética, colecciona fragmentos del ayer que nos condiciona­n “en esa niebla donde el cielo se confunde con un abismo” (p. 26). En “Estación permanente” la vida se detiene por un instante en tanto el pasado y el presente se fusionan en una revelación fugaz, “sin falsos espejos ni vanos espejismos” (p. 39).

El campo magnético de la poesía, “desde los espesos bosques del insomnio” (p.45), hace que la forma se halle inextricab­lemente anudada al valor de toda la obra, y la maquinaria de la escritura trae consigo versos pulidos que resplandec­en con un brillo intenso, como en los poemas “El descenso de Venus” y “No es una elegía”.

La consumada habilidad de José Antonio Funes vuelve a aflorar en este libro nuevo, aun cuando su destreza en el manejo de las palabras no está exenta de un amargo apego a la verdad, con frases punzantes que se deslizan a través de las páginas de “Estación permanente”, impulsadas a menudo por el poder del deseo o bien por “la sal de la melancolía” (p. 23).

Lo peor de la producción literaria, según Lytton Strachey, son la superficia­lidad y el diletantis­mo. Y aquí, por supuesto, no hay nada de ello. Por el contrario, la precisión de la forma y el juego de la pasión configuran la marca del poeta consumado

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José Antonio Funes alude en su poemario a la irreparabi­lidad del pasado y a la imprevisib­ilidad del futuro.

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