Conversemos sobre lenguas
lenguas primera y predominantemente orales.
El tol, el tawahka, el garífuna, entre otras son lenguas con todas las de la ley, con su sistema de sonidos, su sistema gramatical y su repertorio léxico. Un dialecto, en cambio, son las formas específicas de hablar una lengua. Por ejemplo, el español hablado en Honduras es un dialecto y el español hablado en Costa Rica es otro dialecto, y así cada forma particular de hablar una lengua es un dialecto.
De igual manera, aún hay quien dice “raza” para referirse a una etnia o un pueblo. Ese término actualmente es rechazado por la mayoría de la comunidad científica, porque las comunidades humanas no se determinan por los rasgos genéticos (y aunque así fuera, tampoco cabría), sino por la cultura.
Otro error que se comete es romantizar la existencia de estas lenguas, verlas como una realidad casi esotérica, por ejemplo, no está bien creerlas más profundas y capaces de comunicar lo espiritual. En realidad, toda lengua es capaz de hacerlo y todas las lenguas tienen sus defectos y sus bondades. Son lenguas y punto, y son valiosas por el simple hecho de existir y ser parte fundamental de la cultura de un pueblo.
Penosamente he notado también algunas actitudes hacia las lenguas y las culturas maternas, por ejemplo, verlas como si fueran accesorios decorativos de la cultura hondureña, una especie de artesanía o de exotismo, digamos. Por supuesto que no, son integrantes y fundamentales para la constitución de nuestra identidad. No sólo porque comparten con la cultura mestiza el territorio, sino porque funcionan como sustrato, en otras palabras, como influencia de la cultura de las ciudades y departamentos de Honduras.
También existe el prejuicio de pensar en ellas como víctimas del español. Las lenguas siguen una dinámica que obedece a factores internos, pero también a factores externos como los movimientos políticos, y aunque es evidente que ellas se vieron desfavorecidas en relación con el español, es necesario entender que es parte de los procesos de las lenguas. Claro que hay que hacer una condena histórica a las prohibiciones culturales y lingüísticas, pero debe verse como un hecho del pasado y no vivir en ese lamento.
Tampoco hay que pensar en ellas nada más en pasado, actualmente, a pesar de su complejo estado de vitalidad, algunas permanecen, y hay esfuerzos dentro del sistema educativo a través de las Escuelas Interculturales Bilingües para que permanezcan vivas; no es todo lo que se podría hacer ni lo ideal, pero el punto es que son cosa del presente, salvo casos como el lenca que es una lengua extinta.
Pienso que este es un buen tema para que los medios de comunicación hagan conciencia en la población hondureña y ayuden a aclarar y a mejorar el discurso sobre las lenguas de Honduras, por supuesto, con la asesoría de expertos en la materia