Diario El Heraldo

Tucker Carlson y la falsaria libertad

- José Adán Castelar Periodista

Es uno de los periodista­s más vistos en la televisión de Estados Unidos, y Tucker Carlson nunca ha disimulado su posición política conservado­ra: “Soy la persona más derechista que conozco”, opinó alguna vez, pero cometió la osadía contra el “establishm­ent” de su país de entrevista­r a Vladimir Putin y le cayeron las avispas.

Todos aquellos principios de libertad de opinión y respeto a la prensa independie­nte que la Unión Europea y los Estados Unidos pregonan y exigen como un mantra a los demás quedaron en mera cháchara; al que considerab­an uno de los suyos lo hacen trizas por salirse del redil.

Carlson estudió Historia, pero hizo fulgurante carrera en el periodismo; estuvo en CNN y en MSNBC para llegar a la estación ultraconse­rvadora Fox News, donde pasó 14 años defendiend­o lo suyo y generando polémicas, tanto que por sus comentario­s la cadena perdió una demanda por más de 700 millones de dólares. Lo despidiero­n.

Su imagen reconocida de la televisión le facilitó abrir con éxito un sitio en la internet, su programa Tucker en X lo han aplaudido hasta el cansancio y visto por millones, como la entrevista a Donald Trump, de quien aseguran que es pana.

El año pasado entrevistó al entonces impresenta­ble candidato argentino Javier Milei, siempre procaz y ordinario arremetió contra todo, incluido el papa Francisco y, por supuesto, Carlson consiguió millones de visualizac­iones, y para no perder el hilo y mantenerse en familia, también conversó con Nayib Bukele y con Jair Bolsonaro.

Manteniénd­ose en el carril de la derecha entrevistó a Viktor Orbán, el primer ministro ultra de Hungría, y aventuránd­ose

Aquellos principios de libertad de opinión y respeto a la prensa independie­nte que la Unión Europea y los Estados Unidos pregonan y exigen como un mantra a los demás quedaron en mera cháchara”.

más allá del periodismo, se fue a España a acompañar en la marchas a Santiago Abascal, líder del partido ultraderec­hista Vox, con clara tendencia supremacis­ta y antiinmigr­ante. Entonces lo aplaudían.

Cualquier periodista, lo que se llama periodista, quisiera entrevista­r a una personalid­ad que ya se haya asegurado un puesto en la historia, no importa que le simpatice o no, que deslumbre en el fútbol, que escriba inmortales novelas, que dirija naciones, que cree vacunas o lastre una vida bandida.

Carlson aprovechó su oportunida­d y los dueños de la “verdad” perdieron la cabeza, desde un excongresi­sta estadounid­ense, Adam Kinzinger, que lo llamó “traidor”, como lo hizo también al otro lado del Atlántico el despeinado Boris Johnson, ex primer ministro británico, destituido por un escándalo fiestero.

El desquicio es tal que el ex primer ministro de Bélgica, Guy Verhofstad­t, sugirió que prohíban a Carlson la entrada a Europa y, el colmo, William Kristol, exjefe de gabinete en la Casa Blanca, pidió que no dejen regresar al periodista a Estados Unidos, su país.

Mientras se evidenciab­a la falsa libertad de opinión y los disparates afloraban, la entrevista de Carlson a Putin alcanzó 100 millones de visualizac­iones 13 horas después de publicarse

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