Se estrecha el círculo de hierro y fuego
Debemos a la acuciosidad del periodista español residente en la capital, editor de revistas literarias, Mario Ribas de Cantruy, la diaria descripción de los acontecimientos de estos meses, fuente importante para conocer interioridades de lo ocurrido, como lo es igualmente el diario elaborado por Víctor Meza respecto a lo acaecido antes, durante y después del golpe de Estado de 2009.
Ferrera atacó Comayagua, capturándola el 23 de febrero, después de doce horas de combate, con un saldo de 250 muertos de ambos bandos. Zúñiga Huete regresó a Tegucigalpa, sin encontrar respaldos por parte de los gobiernos salvadoreño y guatemalteco. Ferrera envió carta a López Gutiérrez, acusándolo de ejercer ilegalmente el poder, recordándole que la mayoría de hondureños se oponían a su régimen de facto. Este, por su parte, notificó al diplomático Morales estar listo para la defensa de la capital contra cualquier ataque, advirtiéndole que no capitularía, a lo que Ferrera advirtió estar listo para el ataque si el gobernante no alcanzaba un compromiso satisfactorio. Tosta y Carlos Lagos, hermano de la primera dama, Ana de López Gutiérrez, firmaron acuerdo para el intercambio de prisioneros. El 24 de febrero, este había enviado nota al cónsul estadounidense en San Pedro Sula, Shaw, en estos términos: “En vista del deseo manifestado por el general Gregorio Ferrera..., de llegar a un acuerdo sincero y patriótico con nosotros para terminar la guerra civil, y en vista también de los mismos propósitos expresados a varios amigos por el general Vicente Tosta”, solicitaba al cónsul servir de intermediario entre las partes enfrentadas. De ser aprobado San Pedro Sula sería entregado a Tosta por los defensores de esta estratégica plaza. Los términos del proyecto de acuerdo incluían: entrega del gobierno a un presidente provisional por un año, sin que él se postulara para la presidencia en propiedad en las elecciones a celebrarse doce meses después; el candidato que recibiera mayoría de votos sería el electo; no habría represalias. Parecía que la esquiva paz retornaría pronto: vana esperanza, ya que la facción de Arias influyó en López Gutiérrez para no aceptar la iniciativa de dar un adiós a las armas. Prevaleció la intransigencia oficial que optaba por continuar indefinidamente los horrores, muerte, devastación, que continuaría con trágico saldo de adicionales combates. Cualquier sentido de la realidad y de los hechos ocurridos sobre el terreno se había esfumado. Prevalecía la convicción que aún era posible resistir y triunfar sobre el adversario.
Al expirar el temporal armisticio, la lucha se reanudó con mayor ferocidad, cortando Tosta la línea férrea a San Pedro Sula, aún bajo control gubernamental, trasladándose de Calpules a Trincheras: 6,000 defensores, al mando de Lagos, enfrentándose a 2,000 tropas dirigidas por Tosta, quien capturó Choloma, para iniciar el ataque. Tanta importancia tenía la captura de San Pedro Sula como de Tegucigalpa. Aquella por ya constituir el centro del comercio nacional, adonde llegaban los impuestos aduanales de importación y exportación de los puertos caribeños, esta por constituir la sede política-administrativa gubernamental. Quien lograra apoderarse de aquel tenía ya ganada la mitad, o más, de la guerra, siendo cuestión de tiempo culminarla con la posesión de la capital
Zúñiga Huete regresó a Tegucigalpa, sin encontrar respaldos”.