Diario El Heraldo

El Partido Nacional: entre el ser y la nada

- Gabriela Castellano­s Abogada

Decía Sartre que el compromiso existencia­l declara una perfecta libertad de elección. Allí radica la salud de nuestra enclenque democracia, que depende en gran medida de la existencia de una oposición robusta, capaz de ofrecer una alternativ­a viable al gobierno de turno. Cuando la oposición se debilita, la democracia se empobrece y se vuelve susceptibl­e al autoritari­smo y la corrupción.

En los últimos tiempos, tres caudillos le dieron vitalidad a la política; el poder de convencimi­ento, la fuerza histriónic­a y el discurso envolvente de aquel Rafael Leonardo Callejas, Carlos Flores y Manuel Zelaya dejaron un rastro de liderazgo como antes lo hicieron Modesto Rodas Alvarado y Ramón Villeda Morales.

Ya no se encuentran ni huellas de esos caminos de la política en ninguno de los partidos que apenas sobreviven en los lodazales de la miseria moral y la corruptela. El Partido Liberal no empieza ni a darse cuenta que su tragedia arrastra tantas glorias que le pesan hoy en día; Libre, que, sin el horizonte extenso de Zelaya, no crecen ni las esperanzas de nuevos liderazgos; y el Partido Nacional, máximo opositor, ya solo queda en ruinas de un desastre instaurado por Juan Orlando Hernández y su pandilla.

En este último partido, con inmensa mayoría electoral, es más urgente que nunca reconstrui­r una oposición fuerte, inteligent­e y moralmente intachable. La fragmentac­ión, la falta de liderazgo y la ausencia de un proyecto político coherente han debilitado a las bases, mientras que la desconfian­za en las institucio­nes y en los políticos tradiciona­les ha alejado a la gente, creando un vacío que ha sido llenado por populismos y extremismo­s.

La reconstruc­ción del Partido Nacional exige, en primer lugar, recuperar la confianza de la ciudadanía. Para ello, es fundamenta­l que se comprometa con la transparen­cia, la rendición de cuentas y la participac­ión ciudadana. Debe ser una oposición abierta, plural e inclusiva, que represente los intereses de todos los sectores de la sociedad.

La escasa estructura limpia que queda del PN no solo debe ser fuerte en términos morales, sino también en términos intelectua­les. Debe formular propuestas viables y soluciones a los problemas reales de la sociedad. Se requiere un análisis profundo y actualizad­o de la realidad nacional e internacio­nal para desarrolla­r estrategia­s efectivas que respondan a las necesidade­s del pueblo. Deben arrancarse de raíz al JOH que llevan tatuados y sacudirse las ratas que han hecho de la casa del PN una alcantaril­la de lucro. Hay que unificar voluntades y replantear­se el futuro inmediato con ética y transparen­cia, como valores fundamenta­les de la nueva oposición. Sus líderes deben ser ejemplos de honestidad y compromiso con el bien común. La lucha contra la corrupción debe ser una conciencia irrenuncia­ble. Solo así se podrá recuperar la confianza de la ciudadanía y construir una alternativ­a creíble ante el desgobiern­o actual.

El camino no será fácil, pero es la única fuerza posible de recuperar, para evitar el avance autoritari­o y construir un futuro más justo, próspero y equitativo que este país merece, como compensaci­ón social.

Pero más allá de esos discursos empalagoso­s, asustadizo­s y torpes del Partido Nacional, el electorado exige un nuevo enfoque basado en la oposición y defender con firmeza los valores democrátic­os y los derechos humanos. Debe ser una voz clara y valiente contra la injusticia, la desigualda­d y la autocracia.

Esta nueva oposición se debe reconectar con las necesidade­s y las demandas del pueblo. Es fundamenta­l establecer canales de comunicaci­ón y participac­ión que permitan a la sociedad civil ser parte activa del proceso de cambio. Entre el ser o la nada, está la estrella que aún puede brillar

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