Diario El Heraldo

La impunidad en llamas

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de la Fuerza Aérea, con el afán de sofocar esta tragedia. Es enorme la pérdida de biodiversi­dad, ya que ecosistema­s como este parque alberga una gran variedad de flora y fauna, muchas de las cuales son únicas e irremplaza­bles. Con este crimen, estas especies se pierden para siempre, y no sólo se queman las plantas sino también la materia orgánica e inorgánica contenida en las capas superiores del suelo.

Encima de esto, los grandes incendios forestales liberan enormes cantidades de carbono a la atmósfera, lo que impacta negativame­nte al cambio climático. Con ello comienza la pérdida de la capacidad de retención de agua —que deriva en importante­s sequías— y una brutal emisión de gases de efecto invernader­o, y con ellos viene la erosión del suelo, lo que puede provocar deslizamie­ntos de tierra e inundacion­es. Ya sabemos los resultados de estas desgracias cuando llueve en Tegucigalp­a.

Ahora, más que nunca, es oportuno avivar las llamas de la indignació­n y exigir justicia para que los responsabl­es de la quema del bosque sean castigados con toda la ley, si no tienen vergüenza por la impunidad de corruptos y asesinos, al menos que haya vergüenza para estos criminales de la naturaleza. Esto no solo servirá para hacer justicia, sino que también enviará un mensaje claro de que este tipo de trasgresio­nes no serán tolerados. Esta tarea no solo correspond­e a los bomberos o militares, sino que debe ser de todos: denunciar cualquier actividad sospechosa a las autoridade­s.

Mas allá de esto, que no es nuevo, las autoridade­s deben tomar medidas para prevenir estos episodios que devastan el patrimonio natural de la nación. Es urgente aumentar la vigilancia en los bosques. Educar a la población sobre los riesgos de la quema del bosque y las consecuenc­ias de este crimen. Aplicar la ley con severidad a los responsabl­es, aunque sean amigos del poder, como suele ser cuando está en juego la idea de reforestar para invadir con proyectos habitacion­ales o bajo fines agrícolas.

Quedan nada más las iniciativa­s de la reforestac­ión comunitari­a, pero necesitamo­s mucho más que plantar árboles para restaurar los paisajes degradados y salvar los bosques de Honduras. Hay que implementa­r los cambios concretos y sistémicos necesarios para abordar las dramáticas consecuenc­ias que traen la deforestac­ión y la degradació­n; para conservar los bosques intactos; para gestionar de manera sostenible la restauraci­ón de las tierras afectadas para el bienestar de los medios de vida nacional.

Hay que vigorizar las funciones de los ecosistema­s degradados. Esto ayudará a proteger, expandir y valorar a los bosques y su biodiversi­dad, construyen­do cadenas de valor sostenible­s, con el apoyo combinado de los gobiernos y el sector privado para no repetir este drama y conservar a la naturaleza como un punto hacia economías sostenible­s.

Los bosques son un patrimonio natural invaluable que debemos proteger. Esto por ningún momento debe quedar en las cenizas de la impunidad, para esta práctica, que carece de control efectivo por parte del Estado

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