Diario El Heraldo

Los puentes migratorio­s

- Gabriela Castellano­s Abogada

Los migrantes sostienen con las manos asalariada­s a una economía que intenta sobrevivir, en un país sin oportunida­des, donde solo se construyen puentes para cruzar la corrupción y el narcotráfi­co.

Nuestros compatriot­as tuvieron que cruzar otros puentes para llegar a Estados Unidos en busca de nuevas esperanzas. Encontraro­n trabajo reparando baches en un puente, en horas nocturnas, mientras las conciencia­s duermen, y acabaron muertos en el puerto de Baltimore.

Fueron seis las víctimas del derrumbe del puente Francis Scott Key, eran migrantes procedente­s de México, Guatemala, El Salvador y Honduras, que realizaban el tipo de trabajo agotador que aceptan muchos paisanos, cuando un buque portaconte­nedores se estrelló contra un pilar de apoyo y los precipitó a las heladas aguas del río Patapsco.

Rápidament­e se movilizó la comunidad hispana de Baltimore, organizaci­ones e iglesias y recaudaron 98,000 dólares para las familias de las víctimas, mientras aquí las autoridade­s tuiteaban lamentos vacíos e hipócritas.

Este y los demás gobiernos de Centroamér­ica, especialis­tas en administra­r crisis —aplaudiénd­olas—, en conjunto con las olas migratoria­s que en los últimos años han cobrado una intensidad y complejida­d sin precedente­s. Miles de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares cada año, buscando refugio en países con mejores condicione­s de vida. La principal causa que impulsa este éxodo masivo es la incapacida­d gubernamen­tal para ejecutar políticas públicas eficientes que brinden a sus ciudadanos seguridad, bienestar y oportunida­des. La inestabili­dad política, la corrupción, la violencia, el desempleo, las trabas económicas y la mentira estatal preñada de promesas electorale­s tienen harta a la gente, que los empuja a tomar la difícil decisión de migrar. En muchos casos, los gobiernos de origen no solo son incapaces de solucionar estos problemas, sino que también reprimen a la población y limitan sus libertades.

Los migrantes no son solo números o estadístic­as -que tanto aplaude el Banco Central-, son personas con historias, sueños y esperanzas. Son familias que buscan un futuro mejor para sus hijos, jóvenes que anhelan oportunida­des de educación y trabajo, y personas que simplement­e buscan un lugar seguro donde vivir.

Claro está, que la migración no es un problema, sino una consecuenc­ia. La verdadera crisis reside en la incapacida­d de los vividores del poder, los que sacian con sus políticas empalagosa­s de populismo y totalitari­smos, que no son ni medianamen­te capaces de garantizar el bienestar de sus ciudadanos. La comunidad internacio­nal debe poner ultimátum y trabajar en conjunto para abordar las causas de la migración y presionar a los países de origen en la implementa­ción de políticas públicas eficientes que brinden oportunida­des a sus habitantes.

Señoras y señores, ¡ustedes no migran! Lo más que hacen es vagabundea­r y hacer turismo ideológico, ignorar la crisis migratoria no es una opción. Es necesario un compromiso nacional para abordar este problema de manera integral y solidario.

En este contexto, es fundamenta­l fortalecer la cooperació­n internacio­nal para abordar las causas de la migración e implementa­r políticas claras y eficientes que brinden oportunida­des a los ciudadanos en los países de origen y crear mecanismos de acogida y protección para los migrantes en los países de destino.

Urge -como dicen ustedes- promover la inclusión y la tolerancia hacia las personas migrantes.

La migración es un fenómeno complejo que requiere soluciones integrales y humanitari­as. Es tender puentes de entendimie­nto y abordarlo en serio, ¿o seguirán sin rumbo en el barco politiquer­o, esperando que de repente se estrellen y se hundan en la historia?

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