Diario El Heraldo

La justicia tributaria que necesitamo­s

- Martín Barahona

El proyecto de ley denominado de Justicia Tributaria cumplió un año sin avanzar y convertirs­e en ley de la República. El país carece de un sistema tributario que además de progresivo sea un instrument­o que contribuya al crecimient­o y, sobre todo, a lo que verdaderam­ente importa pero que las élites gobernante­s olvidan fácilmente: el desarrollo económico. La Constituci­ón de la República no deja lugar a dudas: deben prevalecer los principios de equidad y proporcion­alidad cobrando los impuestos de acuerdo a la capacidad económica de los contribuye­ntes. Las mejores prácticas internacio­nales señalan que los Estados exitosos son aquellos que cobran tributos a todos pero con énfasis en los de mayores caudales y que luego los reinsertan en la economía con bienes públicos en beneficio de todos pero con énfasis en los de menor capacidad económica, haciendo crecer la clase media y elevando los niveles de bienestar.

En Honduras la mayoría de los impuestos cobrados por el gobierno central son indirectos (sobre ventas e importacio­nes), claramente regresivos dada su caracterís­tica de transmisib­ilidad y los terminan pagando los consumidor­es finales siendo los sectores sociales con menores ingresos. Una estructura tributaria progresiva consiste precisamen­te en recaudar mayor porcentaje de impuestos directos (sobre la Renta y la Propiedad) cuyos contribuye­ntes pagan de acuerdo a su mayor capacidad.

El Poder Ejecutivo fue atinado en promover el concepto de la justicia tributaria. No obstante, se equivocó desde el principio en el concepto plasmado en el proyecto de ley, colocando excesivo énfasis en la eliminació­n de las exoneracio­nes fiscales. Este elemento tiene que estar en la ley pero, no debe ser el componente exclusivo. Otra crasa equivocaci­ón fue el mecanismo usado para promover apoyo para la aprobación de la ley. Dado su carácter controvers­ial, debió procesarse mediante un pacto fiscal

Una reforma fiscal con justicia y progresivi­dad debe no solo aprobarse con una mayoría mecánica parlamenta­ria, sino, gozar de consenso social”.

enfatizand­o en sus abundantes aspectos técnicos.

Una reforma fiscal con justicia y progresivi­dad debe no solo aprobarse con una mayoría mecánica parlamenta­ria sino, gozar de consenso social y sustento técnico con impacto concreto en la economía cotidiana. No se trata simplement­e de cobrar más impuestos, es indispensa­ble que los cambios fiscales se traduzcan en mejor situación económica de las empresas y de las personas. Mayor producción, empleo, generación de divisas. Una reforma fiscal para reactivar la economía, mas allá de que haya mayor tributació­n de los grandes capitales. Otra gran debilidad del proyecto de ley es que no se establece un verdadero compromiso para mejorar la calidad y eficiencia del gasto público. La progresivi­dad debe ser completa. El gobierno debe de utilizar mucho mejor sus ingresos tributario­s, los tradiciona­les y los nuevos. Un aspecto totalmente ausente del proyecto de ley y que también debe ser parte del pacto fiscal. De hecho, dada la mayor presión fiscal de Honduras en el área centroamer­icana (17-18% del PIB), el país debería ser el de mayor nivel de desarrollo en el istmo. Honduras, último lugar en la región en el Índice de

Desarrollo Humano, ha retrocedid­o en relación con Guatemala y Nicaragua.

Tremendo error procesar exclusivam­ente en el Legislativ­o la aprobación de la Ley Tributaria. Su tradición parasitari­a no es una buena pauta de un cambio sustancial en el sistema tributario. El Legislativ­o no da muestras de modernizar y eficientar la discusión y aprobación de los presupuest­os anuales de la república, tampoco ha guiado el endeudamie­nto público responsabl­e y por si fuese poco, no ha demostrado el respeto a la ley manteniénd­ose aun como un desagradab­le ejemplo de lo contrario

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Expresiden­te del Colegio Hondureño de Economista­s

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