Diario El Heraldo

Política tradiciona­l y no tradiciona­l

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aparece en la tercera acepción, según esa la tradición es aquello “que sigue las ideas, normas o costumbres del pasado”.

Creo que a la primera conclusión que podemos llegar es que los males de la clase política que hoy nos aquejan no son nuevos, hay cierta tradición en ello. Y como tradición que es, está en proceso de herencia. También se podría concluir que así es la política hondureña, sin más.

La existencia de estos políticos y de esta política tradiciona­l conlleva la existencia de la contrapart­e: los políticos no tradiciona­les. De vez en cuando surge una persona que no pertenece al canon político de un país o una ciudad y se introduce en este quehacer. Normalment­e estas son figuras esperanzad­oras porque se entiende que no pertenecen a la tradición, que son distintos.

Sin embargo, la historia ha demostrado que este es un experiment­o que no siempre sale bien, de hecho, creería que lo más común es que salga muy mal; en ocasiones la tradición es tan fuerte que no hay manera de no someterse a ella. Algunos usan un término que es “ganar habilidad política”. Y se puede especular y conjeturar sobre las razones: hay defectos ya sistematiz­ados, el ambiente consume, no había autenticid­ad en ese tal “no tradiciona­lismo”, y me valdré de una expresión popular para enlistar la última, “no es lo mismo verla venir que platicar con ella”, como se dice por allí. Tal vez lo más aleccionad­or que nos deja es que, si siempre se anda buscando una alternativ­a, la percepción general es que la democracia no está siendo efectiva en su cometido de ser la herramient­a para lograr el buen destino de las naciones y, sobre todo, la dignificac­ión del ser humano a través de unos derechos y unas garantías fundamenta­les.

La pregunta es si tenemos

Los males de la clase política que hoy nos aquejan no son nuevos, hay cierta tradición en ello”.

verdaderam­ente una alternativ­a a esa política tradiciona­l. Creo que idealmente sí, sin embargo, el análisis de los contextos y de unas conductas típicas que he identifica­do en Honduras me lleva a pensar que es una realidad con la que tenemos que lidiar. Me atrevería a decir que incluso hay cierto gusto por la política y los políticos tradiciona­les de parte de algunas personas.

Posiblemen­te tampoco haya una manera efectiva de identifica­r cuándo alguien es auténticam­ente un político o una política no tradiciona­l. En ese sentido la democracia se parece un poco a la lotería. Eso sí, siempre que podamos, seamos agentes de cambio de estas situacione­s de las que hoy, brevemente, les he hablado

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