Antes y después

Lanzas, piedras, agonía continua, un calvario que esperó 33 años en llegar y tomar como símbolo una cruz hecha de vergüenza, de poder político sobredimensionado, un poder temeroso hasta de los niños cuando se supo que ya había nacido el que iba a ser Rey; poder que mandó a matar a todos aquellos que ostentaban dos años de vida en Belén. Este mensaje es una contribución de Alberto López, gran amigo nuestro. Desde su nacimiento hizo temblar al statu quo y con su muerte creyeron que la amenaza había desaparecido, pero la profecía de los tres días se cumplió, entonces caminó entre los vivos, de nuevo se presentó ante ellos, que admirados anidaron la fe en sus corazones con mayor fuerza y emprendieron el camino de pescar hombres para convertirlos. Y antes del beso, y antes del gallo que cantó tres veces lavó los pies de sus discípulos con la mayor sencillez de la vida, y levantó a Lázaro del sepulcro y multiplicó los panes, y el agua la transformó en vino. Nació y marcó la historia en dos, el antes y el después. Luego clamó a su Padre y dejó escapar el reclamo que aún perdura en nuestras memorias: Eli, Eli ¿lema sabactani? Dios, Dios, ¿Por qué me has abandonado? Pedro, Andrés, Juan, Mateo, Tomás, Felipe, Bartolomé, Simón y Jacobo siguieron la ruta trazada pescando almas, mostrando las bondades del que estuvo con nosotros, de quien murió por nuestros pecados, del que se mostró como cualquier hombre, de quien enseñó al mundo desde su nacimiento la sencillez, el compartir, el amor al prójimo. La palabra, el verbo, el principio y el fin, la vida y la muerte, las aguas bautismales y la sangre redentora, la resurrección y la veneración; Dios hecho hombre, sembrando en nosotros esa semilla del bien común, de no desear el mal, de mostrarnos la crueldad y destacar la bondad. La Semana Santa, la Semana Mayor, la vivencia que repetimos cada año para perpetua memoria.

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