Diario La Prensa

Trump: “América primero”

En su discurso inaugural, con tono populista, el nuevo presidente de Estados Unidos, el magnate Donald Trump, prometió colocar el eslogan ‘América primero’ en el centro de todas sus políticas porque “recuperare­mos nuestros puestos de trabajo, nuestras fro

- Agencias EFE/AFP Redacción@laprensa.hn

WASHINGTON. En las escalinata­s del Congreso Donald Trump prestó juramento ayer sobre dos biblias sostenidas por su tercera esposa, Melania: una que le regaló su madre en 1955, y la de Abraham Lincoln, que luchó por la abolición de la esclavitud, también utilizada por Barack Obama hace cuatro años. El 45 presidente de EUA prestó juramento y luego pronunció un breve discurso, cargado de populismo, en el que se comprometi­ó a quitarle el poder a una minoría política en Washington para transferir­lo a los ciudadanos comunes, poner siempre al país “en primer lugar” y blindar las fronteras contra los inmigrante­s y el libre comercio. Una vez finalizada la ceremonia de investidur­a, el expresiden­te Obama y su esposa Michelle fueron escoltados por la nueva pareja presidenci­al hasta un helicópter­o que los llevó hasta una base aérea, desde donde dejó Washington con dirección a California para un breve período de vacaciones. Después el magnate desfiló en limusina hacia la Casa Blanca con su esposa, la exmodelo de 46 años nacida en Eslovenia que vistió un elegante vestido y una torera de cachemira celeste cielo de Ralph Lauren, muy al estilo de Jackie Kennedy Onassis. Fue aplaudido calurosame­nte varias veces por miles de simpatizan­tes llegados de todo el país, aunque la multitud era notablemen­te menor que en las inauguraci­ones de Obama en 2009 y 2013.

En el almuerzo. Pero antes, sentados para el almuerzo congresual, Trump encabe-

zó una ovación de pie para su rival electoral, la demócrata Hillary Clinton, y dijo sentirse “honrado” por la presencia del matrimonio Clinton en la ceremonia de su investidur­a presidenci­al. “Me sentí honrado cuando supe que el expresiden­te Bill Clinton y Hillary iban a venir hoy y me gustaría que se pusieran en pie”, dijo irguiendo a los legislador­es, a los designados a integrar su gabinete y otros dignatario­s. “No hay nada más que decir porque tengo mucho respeto por esas dos personas”, señaló Trump mientras los asistentes se levantaban y aplaudían. Tras la derrota de Hillary en los comicios del 8 de noviembre, la exsecretar­ia de Estado ha hecho pocas aparicione­s públicas. Pero al asistir a la investidur­a de Trump junto con su marido y expresiden­te, hizo gala de un innegable juego limpio y marcó su regreso ante las cámaras.

Tradiciona­l recorrido. Cuando el nuevo presidente se bajó de la limusina a caminar por la Avenida Pensilvani­a, a la altura del hotel que posee en la capital, se escucharon fuertes abucheos sobre un fondo de seguidores coreando “USA, USA”. En algunos puntos de esa zona había hasta veinte filas de manifestan­tes que, con pancartas de “No al racismo” y “Resistenci­a”, le gritaban a Trump con indignació­n “¡Qué vergüenza!, ¡Qué vergüenza!”. En el trayecto desde el Capitolio, Trump y Melania abandonaro­n tres veces la limusina blindada para caminar y saludar a la multitud, en medio de un espectacul­ar dispositiv­o de seguridad. “¡No es mi pre- sidente! ¡No es mi presidente”!, gritaban unos, mientras los simpatizan­tes de Trump aplaudían y vitoreaban. Trump vio frustrados ayer los dos sueños confesos que tenía para su investidur­a: superar el récord histórico de asistencia de Obama -como pidió a sus seguidores en Twitter en diciembre- y ofrecer un gran espectácul­o, algo que no pudo lograr, pese a su pasado de estrella de la telerreali­dad porque ningún artista de renombre accedió a actuar para él. La altanera exestrella televisiva de gran jopo dorado y ninguna experienci­a política, que sucedió en las riendas de la primera potencia mundial al demócrata Obama, se instaló ya en la Casa Blanca, bajo la mirada preocupada de los aliados estadounid­enses, y firmó su primer decreto colocando un límite al pesado costo de la ley de cobertura de salud conocida como “Obamacare”, la reforma más emblemátic­a del gobierno del exmandatar­io, una promesa de su campaña. “A partir de este día, una nueva visión gobernará nuestra tierra. A partir de ahora, solo será Estados Unidos en primer lugar”, dijo en su discurso en las escalinata­s del Capitolio, mientras comenzaba a caer una fina llovizna.

Las fotos aéreas dejan claro que Trump quedó lejos de los históricos 1.8 millones de asistentes que llegaron a la investidur­a de Obama en 2009.

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