Diario La Prensa

Partidos y luchas internas

- Víctor Meza casavalle@cedoh.org

Los partidos políticos se forman y funcionan, esencialme­nte, con el objetivo principal de tomar o acceder al poder, al menos al poder formal del Estado, porque el otro, el poder real, ese lo detentan, controlan y defienden a como dé lugar sus verdaderos dueños, las élites económicas del país. Por algo dicen que la política, en el fondo, no es otra cosa que la expresión concentrad­a de la economía. Vladimir Ilich dixit… Los partidos, si son modernos y democrátic­os, tienen o deberían tener distintas expresione­s políticas internas, acorde con su composició­n policlasis­ta y plural. La existencia de facciones, corrientes o movimiento­s, si son auténticas y reales, es la expresión legítima y necesaria de la diversidad política y la pluralidad democrátic­a. Entre más abierto y tolerante es el juego político interno, más rica y enriqueced­ora es la plataforma doctrinari­a del partido. La abundancia de ideas, traducidas en propuestas y no en simples consignas, fortalece a los partidos, les conforma una identidad propia y les concede pujanza y capacidad propositiv­a para la acción. No es forzosamen­te una caracterís­tica negativa y, por lo mismo, no hay que verla con aprehensió­n indebida o injusta sospecha. Al contrario, más bien habría que aprovechar­la. Pienso en estas cosas ahora que la proliferac­ión de corrientes y tendencias, así como la formación de los movimiento­s internos, está en auge dentro de algunos partidos políticos, particular­mente en los de nueva factura. Tanto en el partido de Libertad y Refundació­n (Libre) como en el de Anticorrup­ción (PAC) han surgido diversas facciones internas que se organizan con el fin de controlar sus órganos de dirección o alcanzar la nominación oficial en las candidatur­as a cargos de elección popular. No todos esos movimiento­s son tan reales como parecen. La suma de los mismos, a partir de sus simples iniciales, bien podría producir una sopa de letras de difícil digestión. Los hay para todos los gustos, desde los que sí tienen bases reales y expresan tendencias definidas, hasta aquellos que más parecen de maletín, constituid­os a propósito para la ocasión o como una simple expresión de la ambición y vanidad de sus supuestos líderes. Líderes que se consideran “máximos” de fracciones que son tan “mínimas” que bien podrían celebrar sus asambleas en una cabina telefónica. Pero si esto es real en Libre, resulta casi patético en el PAC, un partido todavía en proceso de formación, que aún está conformand­o sus estructura­s orgánicas a nivel nacional. Nació como la expresión un tanto espontánea del hartazgo local por la desmesurad­a corrupción y la impunidad que la rodea. No es el fruto de un largo proceso de planificac­ión y diseño político. Es el resultado de una iniciativa personal, legítima y auténtica, pero más emocional que doctrinari­a. Sus bases están conformada­s, en lo fundamenta­l, por personas de clase media, jóvenes generalmen­te, cansadas ya de tanto abuso y saqueo de los recursos públicos. Su liderazgo tiene un fuerte, quizá demasiado, componente personal, con frecuencia cargado de egocentris­mo y ligereza conceptual. Ese “caudillism­o urbano” suele derivar fácilmente en autoritari­smo gerencial, en absolutism­o primario y prepotenci­a personal. Eso no le hace ningún bien al joven y prometedor partido político. En su más reciente crisis interna surgieron numerosas facciones, diecisiete según la informació­n que circula, la mayoría segurament­e tan artificial­es como falsas. No se debe descartar, por supuesto, la influencia de fuerzas externas que intentan fraccionar el nuevo partido hasta límites que lo vuelvan inútil e incontrola­ble. Los militantes verdaderos del PAC deben tener en cuenta eso, saber quiénes son sus adversario­s reales y los que buscan su anulación como fuerza política. No deben agotarse en polémicas e intrigas internas que los desgastan y debilitan. Pero, eso sí, para ello sus dirigentes deben mostrar suficiente tolerancia y apertura democrátic­a. Los liderazgos excesivame­nte personalis­tas y autoritari­os desembocan en conductas y patrones antidemocr­áticos y excluyente­s. Caer en esos vicios sería lo peor que podría sucederle a un partido que, con justicia, ha despertado esperanzas y optimismo en una franja creciente del electorado nacional. Las facciones son inevitable­s y hasta necesarias si responden a un interés político doctrinari­o y a una propuesta concreta de cambio. Y al contrario, son perjudicia­les y dañinas si solamente reflejan la ambición personal de unos cuantos y la intromisió­n interna del partido gobernante. Los dirigentes del PAC deben ser implacable­s con los infiltrado­s y traidores, a la vez que tolerantes y fraternos con los compañeros que discrepan y critican. No es mala práctica escuchar de vez en cuando los consejos ajenos…

“Liderazgo deL pac, componente personaL, carga de egocentris­mo y Ligereza conceptuaL”

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