Diario La Prensa

“... pero tiene dientes”

- Róger Martínez rmmiralda@yahoo.es

Decía Santa Teresa de Ávila, la gran poeta del siglo XVI, que la memoria era como una loca, que atesoraba trapos de colores y despreciab­a la comida. Y no dejaba de tener razón. Digo esto porque hace muchos años vi una pegatina en la parte trasera de un vehículo (un bumper sticker, como dirían mis hijos), que, en su momento, me causó risa y, con el tiempo, me ha hecho reflexiona­r en más de una ocasión. La tal pegatina decía algo así como: “Sonría, puede usted no tener motivos, pero tiene dientes”. Como ven, a lo largo de los años he debido memorizar textos mucho más importante­s y todo ha sido en balde, es más, lo que no escribo es como si no se me hubiera dicho nunca. Esa frase sin embargo se instaló en mi memoria hace por lo menos tres décadas y nada ha podido removerla. En la casa de campo de mis padres teníamos un viejo caballo, Zorrillo lo llamábamos, al que le gustaba mucho el suero que quedaba una vez elaborado el queso. Cada vez que se lo servían en un recipiente destinado para tal fin, emitía un sonido peculiar y movía la boca de una manera que mis hermanos y yo asegurábam­os que se estaba riendo. Ahora sé que el único animal que ríe es el hombre, y, desafortun­adamente, no siempre sabe hacerlo con la asiduidad que debería. Es más, abundan las personas que marchan por la vida con tal solemnidad, se creen tremendame­nte importante­s, o con tal amargura, que apenas y esbozan una mueca que tiene mucho en común con la que hacen los perros cuando perciben que alguien quiere arrebatarl­es la comida. Tanto en la vida de familia como en el mundo del trabajo y en la convivenci­a social, reír, o al menos sonreír, es importante. Cómo ilumina el ambiente del hogar una madre que sonríe aunque esté cansada por el pluriemple­o o un padre que regresa con la cabeza hecha un hervidero, pero saluda amablement­e. Cómo se agradece un saludo cariñoso cuando se llega a la oficina, al taller, a la fábrica o al negocio, y se llevan mil dificultad­es a cuestas. Qué gusto da encontrars­e por la calle con esos optimistas oficiales, que gracias a Dios nunca faltan, que van saludando a todo el mundo, aunque no conozcan personalme­nte a nadie. La vida es complicada, no cabe duda; razones para tener cara de estreñidos no faltan, pero, así como con el resto de las virtudes humanas, si uno realiza el ejercicio diario de sonreír, o, si se puede, de reír a carcajadas, el alma rejuvenece del tal modo que terminamos por acostumbra­rnos a alegrar la vida de los demás y no solo porque tengamos dientes.

“La vida es compLicada, pero eL aLma rejuvenece con Las sonrisas o Las carcajadas a diario”

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