Diario La Prensa

A tomar en cuenta

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Cuando faltan apenas tres semanas para las elecciones internas de los partidos con la membresía más numerosa del espectro político nacional, vale la pena que los hondureños nos detengamos a pensar en las cualidades que deben poseer los hombres y las mujeres que podrían llegar a ocupar puestos desde los que se decide el futuro de este país. De los electos en la última contienda, tanto a nivel de alcaldías como de diputados al Congreso Nacional, más de uno nos ha salido torcido. Guardan prisión algunos acusados de estar coludidos con el crimen organizado, otros han sido sindicados por violencia doméstica, otros por casos de corrupción y no ha faltado el que ha sido acusado hasta de violación. Está claro que, por aquello de la ejemplarid­ad, los que pueden llegar a ser “padres de la patria” o a los que se les va a confiar el dinero de los contribuye­ntes debe ser gente honrada. No basta con que se tenga la plata para hacer un mercadeo fabuloso o se promocione a ritmo de música pegajosa; es necesario, es urgente, que escojamos a hombres y mujeres que sean poseedores de ese valor del que hoy se habla tan poco y que se llama probidad. Ser probo es ser honrado, íntegro, de una sola pieza, insobornab­le. Cuántas fortunas se han hecho en estas tierras producto del tráfico de influencia­s, de las coimas, del aprovechar­se de “contactos” y de la cercanía al poder. Pero esto ha sido posible, justamente, porque en los puestos estaba gente corruptibl­e, gente que ha visto la política no como un servicio sino como una inversión. Y, claro, cuando se invierte dinero lo menos que se espera es que haya una ganancia, que haya un retorno de capital con dividendos incluidos. Ha habido en Honduras gente que, con absoluto descaro, pide participar como candidata en un proceso electoral, u ofrece financiar la campaña de alguien más, a cambio de cargos determinad­os: consulados, gerencias, ministerio­s, etc… y, lo peor, muchos lo han logrado, han encontrado interlocut­ores que aceptan semejante comercio. Por eso es que no es difícil encontrar en el engranaje gubernamen­tal profesiona­les de áreas que nada tienen que ver con su labor, o individuos sin la formación académica indispensa­ble para el cargo que ostentan. Habrá quien vea como natural, como parte del paisaje, el deterioro ético de la política y los políticos. Pero estamos a tiempo para reaccionar. Hay que examinar, con lupa si hace falta, a cada uno de los que aparecen en las papeletas. Y si, como aquí todos nos conocemos, le notamos la cara de sinvergüen­za, que no se nos ocurre votar por él. La patria lo agradecerá y nuestra conciencia estará tranquila.

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