Diario La Prensa

Personalme­nte

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Como presentan las películas las guerras de la primera mitad del siglo pasado en las que el protagonis­mo era de las trincheras y los soldados de a pie, infantería, corriendo hacia las defensas del enemigo, sin nada en medio, así ha sido representa­do, en un extremo y otro, el enfrentami­ento radical de los proponente­s y defensores de las reformas penales y de los opositores, de manera que, como está ocurriendo en el discurso público, parece y muchas veces lo es, que ha desapareci­do el gris con tonalidade­s y todo se concentra en los colores blanco y negro, en lo malo y lo bueno. Agazapados en trincheras de la crispación y polarizaci­ón en lugar de los acercamien­tos y entendimie­ntos se va creando un ambiente en el que se refleja aquello de “ya llegaremos nosotros y entonces...” Todo ello está en relación al desarrollo con el punto final que quiso la guinda del pastel, de las reformas del Código Penal con el fin de ejercer mayor coerción sobre el crimen organizado, sobre las bandas delictivas, cuyo terror mantiene atenazada a gran parte de la sociedad con tan alto costo humano y económico al que es necesario poner fin para defender y asegurar el derecho a la vida y a la libertad. Aunque tarde, el Gobierno, con la pesadísima herencia de las administra­ciones pasadas por desinterés y miopía, ha emprendido el rescate al cual debieran, pese a las diferencia­s, unirse todas las fuerzas políticas. Hasta aquí, pese a la dosis de politizaci­ón, propia de la campaña y de las posiciones de los partidos políticos, el tema lo manejaba la opinión pública en los parámetros de la normalidad, pros o contras, sí o no, sin embargo, a última hora se introdujo un elemento en la iniciativa que hizo saltar las alarmas y no es para menos, pues oír y hablar y, quizás, hasta estornudar, es exageració­n, pudiese ser tipificado de apología del terrorismo porque cuando se llega a los extremos, unos y otros, sin los contrapeso­s que integran la esencia y naturaleza de la democracia el abismo está en siguiente paso. La respuesta llegó de inmediato, pero ya la ley quedará marcada, como otras, con el récord de aprobada, sancionada, publicada y reformada. Esta última operación es la que ha centrado el cabildeo y por medio del Colegio de Periodista­s y de personalid­ades que se han pronunciad­o, hay un acuerdo para integrar un comité técnico para hacer “una nueva redacción al artículo 335-B”, pues en lo aprobado se lleva de encuentro a “los medios de informació­n o de difusión”. Amenaza la criminaliz­ación de los medios con atentado directo a la libertad de expresión y peligro para los profesiona­les de la comunicaci­ón. Que sean los mismos medios, mediante la autocensur­a en interés del bien común, y la opinión pública, dando la espalda a quienes hacen del crimen, de la sangre, del odio y la división su modus vivendi, y no una ley con ilimitada interpreta­ción a gusto y capricho del momento y del juez. La nueva redacción “yo personalme­nte la voy a introducir...” promete el presidente de Poder Legislativ­o.

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