Diario La Prensa

El alfiler

- JUAN CARLOS OYUELA

Brian Tracy en su famoso libro

Metas menciona el inmenso poder de poner los objetivos personales por escrito. Esto permite repasarlos con frecuencia y, sobre todo, concretar a lo largo del tiempo un plan específico. Si, además, los comunicamo­s a nuestros amigos facilitamo­s el compromiso necesario para ponerlos en práctica. Existen propósitos que nos cambian la vida por completo. En los días últimos del año es común hacer examen y plantearse nuevos propósitos. Para algunos será bajar unas cuantas libras, mejorar la condición física, proponerse una lista de libros a leer, mejorar las relaciones personales, y para otros tal vez sea cambiar de trabajo o tal vez contraer matrimonio. En mi caso personal puedo referir que la meta de hace algunos años de dedicar unos minutos cada día a conversar con Dios fue uno de esos hitos transcende­ntales que gracias a Dios aún perdura, no porque hacer oración nos convierta en un dechado de virtudes, sino porque conversar con nuestro Padre del cielo nos lleva a experiment­ar la condición de criaturas, con limitacion­es, y al mismo tiempo sabernos queridos con un amor incondicio­nal. La oración personal diaria transforma nuestro modo de ver la realidad. Habrá sido en 1989 cuando junto con un compañero de la Facultad de Ingeniería comenzamos a ir a unas charlas semanales en la Residencia Universita­ria Guaymura, en ese entonces en la colonia Reforma de Tegucigalp­a. Fue allí, donde poco a poco, de la mano de un pequeño libro llamado Camino, iniciamos la gustosa práctica de hablar con Dios a diario. Así como un alfiler penetra una superficie de cera con mayor facilidad, las metas concentran nuestros esfuerzos en unos pocos puntos transcende­ntales. Si en algún caso no las conseguimo­s, los fracasos no nos apartan del camino del bien. Como decía Víctor Frankl, son la mejor forma de transforma­r nuestras vidas y conseguir la realizació­n personal.

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