Santuarios del crimen
Revelador y escalofriante el trabajo periodístico realizado por LA PRENSA en los dos mayores presidios del país, en los que, tras altos muros, se sigue manteniendo -en la más absoluta impunidadel control de las organizaciones delictivas y criminales puesto que, como feudo, se delimita el territorio y en él la ley y la justicia se halla en manos de los reos. El hacinamiento que por tanto tiempo fue dolor de cabeza e incluso del interés de organismos internacionales, ha pasado a segundo plano ante la bomba de tiempo que representan los espacios destinados a grupos específicos, cuyas actividades se desarrollan con el respaldo de un sistema débil y corrupto. Sin duda ha llegado el momento de declarar un hasta aquí, cuyas exigencias van más allá de una orden diluida con el paso de los días para ejecutar acciones concretas, determinantes y a corto plazo, pues el grave problema de la Penitenciaría Nacional de Támara y del presidio de San Pedro Sula no se enfrenta con paliativos, con cambio de personal, con estudios sobre las comunicaciones inalámbricas o con operativos, cada vez más frecuentes, de saturación. Recientemente nos referíamos en esta columna editorial a la inseguridad yendo a la raíz, pero sin olvidar las ramas. No sea que por hacer estudios exhaustivos con soluciones a mediano y largo plazo, no logremos conocer sus resultados, porque las decisiones y las acciones inmediatas fueron subvaloradas y, por tanto, relegadas por consejo o presiones de quienes sueñan en el mañana, pero están dormidos hoy y tenemos aleccionadora y abundante experiencia de que “camarón que se duerme se lo lleva la corriente...” El trabajo periodístico es super elocuente con su material gráfico, con las fuentes periodísticas a las que se acercaron los profesionales de la comunicación y a las entrevistas que respaldan la veracidad de los hechos y la elaboración de la información sobre ellos. Y como se enseña en las aulas universitarias, los hechos son sagrados y están ahí y de ellos habrá de surgir las iniciativas urgentes y las respuestas inmediatas. Lo del reclusorio sampedrano es una larga historia en la que ha participado la población, pero desde la lejanía de Tegucigalpa y los enredos burocráticos nada se hizo hasta que esta administración tomó el asunto y ya se han dado pasos, pero deberán ser muchos más, como en Támara, para acabar con estos “santuarios del crimen”. La complejidad del sistema carcelario, engendro de décadas de corrupción, abuso de poder e injerencia política, ha llegado a límites insostenibles por lo que la contundencia en la reacción inmediata debe estar encaminada hacia el derecho de las personas a la vida, a la integridad física y al disfrute o explotación de sus bienes. Hoy como en otras situaciones graves de nuestra historia, habrá que seguir la sabiduría popular: “a grandes males, grandes remedios”. La erradicación de esos santuarios refugios es prioridad, tarea para ayer.