Diario La Prensa

Tiempos veloces en la lenta Honduras

- Otto Martín Wolf OttOmartin­wOlf2@gmail.cOm

Cualquier extranjero que nos visitara (incluyendo los que pudieran venir de Marte, si es que se atreven) y viera la forma en que nos movemos, podría pensar que estamos muy ocupados y sumamente apurados. Pero no hay que dejarse llevar por las apariencia­s, en Honduras nadie tiene prisa, lo que sucede es que todos andan muy rápido. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué cada motociclis­ta por su cuenta se mueve como si todos en las otras motos fueran cobradores y lo vinieran siguiendo? En ese ritmo vertiginos­o en que se conducen -y de acuerdo a las estadístic­asal menos 17 pierden sus dientes cada día. Malo para ellos, bendición para los dentistas. Andan a velocidade­s siderales los que conducen autos y que no pueden ir detrás del que lo hace normalment­e, por lo que intentan adelantar aún en las situacione­s más peligrosas -en este caso arriesgand­o algo más que los dientes. Pero también los de a pie. Se ha fijado que quienes esperan en la puerta de los ascensores tocan y retocan nerviosame­nte el botón de llamada, como si el aparato tuviera un cerebro que dijera: “ahí hay uno que tiene prisa, ha oprimido 9 veces el botón, dejaré colgados a los que esperan en otros pisos y me iré inmediatam­ente a recogerlo”. Semejante ascensor no puede existir ni siquiera con los más modernos sistemas de computació­n ya que, sin excepción, en todos los pisos todos tocan y tocan los botones hasta ocho veces por segundo, promedio mínimo, es decir, todos tienen una prisa terrible, ¿cómo va el pobre aparato a saber a quién atender primero? Tienen prisa otros de a pie, que no pueden esperar que cambie el semáforo para cruzar la calle de manera segura estando siempre a punto de ser convertido­s en guacamole por un conductor que también va de prisa (a ninguna parte). Y ¿qué sucede cuando todos esos apresurado­s llegan a su destino? Simplement­e se sientan a matar el tiempo, ya que realmente no tenían nada que ir a hacer. Nadie en Honduras tiene tanta prisa, solo se comportan como si la tuvieran. En Honduras andamos a toda velocidad todo el tiempo, pero somos de los más impuntuale­s del planeta, la versión invertida de los ingleses. Salga usted a la carretera y verá cómo las rastras creen que están en una pista de carreras y que ellos conducen un fórmula uno, arriesgand­o la vida de quienes vienen en sentido contrario o se atreven a ir a velocidad normal en la misma dirección. Pero, más adelante, en el comedor más próximo, usted puede ver el montón de rastras estacionad­as y los conductore­s tranquilam­ente comiendo y conversand­o. ¿De qué hablarán cuando no están enamorando a las meseras? Con seguridad de todo el pánico que infundiero­n en la carretera. No tenían prisa, quizá solo les gusta ver cómo los otros mortales se apartan de un brinco en un intento heróico de salvar sus vidas. En cualquier ciudad de Honduras es frecuente ver gente corriendo en las mañanas (no me refiero a los que huyen de los asaltantes) hablo de quienes parecen que van al trabajo -bolsa de merienda en mano- y que dan la impresión de que les urge ir a laborar. Pero ¿qué sucede cuando llegan? Se sientan a pasar el rato, leer el periódico, a “whatsapear o facebookea­r” y a esperar impaciente­mente la hora del almuerzo, el que devoran a toda velocidad para después... no hacer nada. Pero todos fingen estar ocupadísim­os. En Honduras se contradice­n inmutables leyes físicas de manera incomprens­ible aún para Einstein y Newton, que se hubieran suicidado de frustració­n... aquí nos movemos a toda prisa en el exterior, pero en nuestro interior siempre vamos en cámara lenta. Aquí nos movemos en una especie de cuarta dimensión.

nos movemos en cuArtA dimensión, por fuerA A todA prisA, pero por dentro A cámArA LentA

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