Diario La Prensa

Servir solo a Dios

- Santiago Martín OpiniOn@laprensa.hn

“Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciar­á a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.” (Mt 6, 24-25). No podemos servir a dos señores. O estamos con Dios o estamos con su enemigo y con los que le ayudan. San Francisco lo entendió así cuando, camino de la guerra, se le apareció Cristo y le preguntó a quién prefería servir, si al Señor o a su criado; en aquel caso, el “criado” era el propio papa, pues San Francisco marchaba a combatir enrolado en el ejército papal; en otros casos, no se trata de un criado, sino directamen­te del demonio, el enemigo de Cristo y de los hombres. San Francisco tomó una decisión que cambió su vida: regresó a Asís y, tras pasar por la vergüenza de ser considerad­o un cobarde, esperó las órdenes de su nuevo Señor. Este le mantuvo unos meses en oscuridad, para probarle, hasta que le reveló en San Damián lo que quería de él: “Repara mi casa que, como ves, amenaza ruina”. Así es siempre y así es con cada uno de nosotros. Intentamos compaginar las cosas, poner una vela a Dios y otra al diablo. Pero es imposible y, más pronto o más tarde, nos vemos forzados a elegir. Hagámoslo cuanto antes. Pongamos a Dios y a las cosas de Dios en el primer lugar de nuestra vida, en el primer lugar de nuestro corazón. No adoremos a nada -dinero, honor, poder-, ni a nadie -no pongamos delante de Dios ni siquiera al amor más noble, como es el de la familia, justifican­do por ellos cosas que no deberíamos hacer-. Esta primacía de Dios nos impedirá, además, adorar a cosas o a personas que terminaría­n por destruirno­s, por despersona­lizarnos, por transforma­rnos en esclavos que, después de ser utilizados, son desechados por el sistema o por la persona que los ha estrujado.

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