Diario La Prensa

El centro de la Tierra, una esfera

de hierro que se funde a 4,000 grados célsius

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Durante los últimos 60 años hemos estudiado en la escuela que la Tierra se divide a grandes rasgos en tres capas: corteza, manto y núcleo.

Diversas teorías geofísicas se han apoyado en este modelo, pero un equipo de investigad­ores de la Universida­d de Harvard asegura haber descubiert­o una nueva esfera en el mismísimo centro de la Tierra. La teoría ha suscitado mucha polémica en el ámbito científico, pero podría convertirs­e en el nuevo modelo a estudiar. La confirmaci­ón del estudio será duradera y costosa, pero ya existen los medios. Tan solo nos queda esperar.

Recuerdo aquella clase como si hubieran pasado tan solo unos minutos y no todos estos años. El profesor sacó del armario posterior del aula un pequeño globo terráqueo y preguntó: -¿A qué se parece esto?-. Todos respondimo­s al unísono: -¡A la Tierra!-. Y él dijo: -¡No, a una cebolla!-. La sorpresa y las risas se apoderaron de nuestros rostros infantiles, pero el profesor procedió a demostrar su afirmación.

Poco a poco, desde lo alto de la tarima, comenzó a despelleja­r el globo terráqueo de sus capas hasta llegar a un pequeño bulto redondo, y exclamó: - ¡Aquí está el corazón de la cebolla! -. La lección magistral sirvió para explicarno­s gráficamen­te la estructura interna de nuestro planeta, que se divide principalm­ente en tres capas: la litosfera, el manto y el núcleo.

La litosfera comprende la corteza terrestre y parte del manto superior, y flota sobre una zona de rocas plásticas y parcialmen­te fundidas (la astenósfer­a), lo que permite la deriva continenta­l y los movimiento­s de tierra. El manto se extiende desde la base de la corteza hasta una profundida­d de unos 2,900 km, y se divide en dos, superior e inferior, con un incremento de la densidad cuanto mayor es la profundida­d.

Por último, el núcleo se divide en dos partes: una capa exterior líquida de unos 2,200 km de grosor, y un núcleo interior sólido con un radio de unos 1,275 km, que alcanza los 6,370 km de profundida­d aproximada­mente. O esto es lo que se cree de momento, porque unos investigad­ores de la Universida­d de Harvard aseguran haber descubiert­o una esfera de 576 km de diámetro dentro del núcleo interno, es decir, en el mismísimo centro de la Tierra.

Un misterio muy profundo. El núcleo fue uno de los primeros elementos estructura­les de nuestro planeta en ser identifica­do. Los estudios sobre

ondas sísmicas que hizo R. D. Oldham en 1906, le llevaron a plantearse la existencia de una zona donde las velocidade­s de las mismas se reducían. Seis años después, B. Gutemberg verificaba la existencia de esta ‘zona de sombra’, y calculaba su profundida­d a unos 2,900 km, una aproximaci­ón sorprenden­temente cercana a las precisas observacio­nes actuales.

La base de estos estudios es el análisis de las caracterís­ticas de las ondas que generan los terremotos, que se propagan por el interior del planeta de distintas formas y modos. La investigac­ión de su velocidad, movimiento, propagació­n, etc, ayudaron a inferir la estructura interna de la Tierra, y lo siguen haciendo. Un profesor de Harvard y su ayudante han anunciado el descubrimi­ento de una esfera de 576 km de diámetro en el centro de nuestro planeta después de analizar más de 325,000 registros sísmicos

recogidos entre 1994 y 1996 en el Centro Internacio­nal de Sismología. “Su origen continúa desconocid­o, pero su presencia podría cambiar nuestras ideas básicas sobre el origen y la historia de nuestro planeta”, aseguraba Adam Dziewonski, profesor de Ciencias en Harvard, a la Gaceta de la universida­d.

“Podría ser el fósil más antiguo dejado desde la formación de la Tierra”, apuntaba el experto, uno de los geofísicos más respetados a nivel mundial.

Los resultados de la investigac­ión han salido a la luz pública después del análisis de 325,000 registros de ondas sísmicas que pasaban cerca del núcleo de la Tierra. En un principio no observaron nada nuevo, pero cuando los expertos decidieron tomar una muestra más selectiva (las 3,000 ondas más próximas al centro) observaron una anomalía en la velocidad y dirección de las ondas en un área de 576 km de diámetro en torno al centro del núcleo. “Efectuamos varios experiment­os para ver si nuestra hipótesis de una capa diferencia­da en el centro de la Tierra era posible”, explica la sismóloga que colabora con Dziewonski en la investigac­ión, Miaki Ishii.

“Llegados a este punto - continúa la estudiante de doctorado - es difícil comprender cómo se formó o qué significa esta parte del núcleo interno, pero sí podemos especular”. La idea que proponen es muy sugerente: podría tratarse de uno de los primeros materiales a partir de los cuales se formó nuestro planeta. La teoría ha suscitado mucha polémica en el ámbito científico, pero lo cierto es que aún es pronto para descartarl­a o aceptarla definitiva­mente.

Una teoría controvert­ida.

Dziewonski y su colaborado­ra especulan sobre la posibilida­d de que esta esfera se trate de

uno de los materiales primigenio­s de nuestro planeta, pero algunos científico­s se han opuesto a esta interpreta­ción. Muchos expertos opinan que las distorsion­es observadas en las ondas las produce en realidad el crecimient­o progresivo del núcleo interno, mientras que otros atribuyen a la enorme presión del núcleo los cambios en su estructura. “Lo cierto es que sabemos muy poco del comportami­ento de los minerales a esas presiones”, explica Francisco Anguita, profesor de Geología en la Universida­d Complutens­e de Madrid, que considera prematuro todavía evaluar definitiva­mente la teoría.

Dos de las principale­s publicacio­nes científica­s del mundo rechazaron las conclusion­es del estudio antes de que la Academia Nacional de Ciencias de EUA decidiera publicarlo en el Proceeding­s. “Los científico­s tienden a resistirse a las nuevas

ideas, lo que es, en cierto sentido, una saludable actitud científica”, puntualiza M. Ishii. Todavía es necesario realizar nuevos experiment­os y comprobaci­ones para confirmar esta hipótesis, y llevará bastante tiempo y mucho dinero.

Las pruebas de laboratori­o pueden ayudar a vislumbrar algunos aspectos, pero las ondas sismológic­as son una prueba más contundent­e, y el problema radica ahí: “las estaciones sismológic­as actuales están distribuid­as irregularm­ente”, señala Dziewonski, de forma que no existe la cobertura necesaria para recoger las suficiente­s ondas sísmicas que atraviesen el núcleo interno. Para ello sería necesario colocar temporalme­nte una red de grabadoras de ondas sísmicas en el fondo del océano. “No es complicado - añade M. Ishii -, pero necesitamo­s planear con mucho cuidado la ubicación de las estaciones y esperar que

ocurra un terremoto adecuado”. Además, se necesitará mucho dinero, y es complicado reunirlo rápidament­e. “Éste es el problema de la investigac­ión sobre ciencia básica, porque se hace por el interés de saber más y no por aplicacion­es prácticas, con lo que es difícil encontrar financiaci­ón”, anota Francisco Anguita.

Entender la estructura interna de nuestro planeta es fundamenta­l para comprender su dinámica y evolución. “Por primera vez en 66 años tenemos una buena evidencia de una nueva región dentro de la Tierra”, remarca Dziewonski, y es la oportunida­d de continuar adentrándo­nos en los misterios que aún hoy se esconden a miles de kilómetros bajo nuestros pies. No obstante, muchos científico­s afirman que se sabe más sobre el espacio que nos rodea que sobre el interior de nuestro planeta. ¿Habrá llegado el momento de poner fin a esto?

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Los volcanes más activos dan una pequeña muestra de lo que sucede en las entrañas del planeta Tierra.
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