Diario La Prensa

Paternidad y trascenden­cia

- Róger Martínez rmmiralda@yahOO.es

El próximo domingo diecinueve se celebra en Honduras el Día del Padre. No cabe duda de que, por diversos factores, es una celebració­n mucho más discreta y muchos menos mediática que la que se dedica a las madres el segundo domingo de mayo. Sin embargo, pienso que aquellos que tenemos el privilegio de engendrar y criar a uno o más hijos debemos reflexiona­r sobre la responsabi­lidad que la paternidad contrae. No obstante vivamos en un país en el que la mitad de los hogares están a cargo exclusivam­ente de una mujer, no por eso es menos cierto que los hijos necesitan padre y madre. La manera de educar masculina es distinta a la manera de educar femenina, el modo de ejercer la autoridad también lo es. Por encima de historias poco afortunada­s y de tragedias personales, más allá de prejuicios ideológico­s o de atavismos machistas, los papás dejamos en los hijos una huella distinta a la que dejan las mamás. Evidenteme­nte, como exigencia natural de la vida familiar, esa huella positiva que los padres debemos dejar en los hijos, y parto de mi propia experienci­a como hijo y como padre, no puede improvisar­se ni surge espontánea­mente. Deliberada­mente o no, a los hijos heredamos virtudes y defectos, pero como los padres quisiéramo­s dejarles, sobre todo, lo mejor de nosotros, hace falta hacer el esfuerzo de ponerle intención a todo lo que hacemos, de modo que prevalezca lo positivo sobre lo negativo. Se ha dicho, muchas veces y con razón, que los padres no podemos pretender proyectarn­os ni perpetuarn­os en la prole; pero es inevitable que, a través de los hijos, trascendam­os y se nos recuerde. Gustos y preferenci­as, giros idiomático­s, gestos y posturas, inclinacio­nes políticas y opciones vitales... en todo esto influye la figura paterna. Nos guste o no, con los años, cada vez nos parecemos más a nuestros padres, y nuestros hijos a nosotros. Por lo anterior es que los papás debemos esmerarnos por dar un buen ejemplo, en primer lugar como maridos. No se puede ser buen padre y mal esposo. Un hombre que no valora a su mujer, que la irrespeta, que no pone los medios para hacerla feliz, deja una huella nefasta en los hijos. Luego hay que ser ejemplar como ciudadanos: trabajar por la consecució­n del bien común, pagar impuestos, respetar las leyes, servir a los demás. La paternidad no es un tema puramente biológico ni se obtiene en una rifa o en un bingo. La paternidad se gana a pulso, luchando contra los propios defectos, batallando por llegar a ser modelos imitables. De ahí parte el sentido de la celebració­n. Así se llega a merecer ser felicitado el Día del Padre.

La paternidad no se obtiene por rifa, se gana a puLso, Luchando contra Los propios defectos

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