Diario La Prensa

Elfaraón ramsEsII EmErgE

- La operación para extraer las dos estatuas encontrada­s llevó meses de planificac­ión pues se desconocía en que estado se encontraba­n.

ajo un sol abrasador, el hallazgo de dos estatuas faraónicas de la época de Ramses II, en el popular barrio cairota de Matariya, en las ruinas de la ciudad antigua de Heliópolis, ilumina y da esperanza a los residentes que esperan que con este descubrimi­ento sus condicione­s de vida mejoren.

Entre el fango y la basura que no se deja esconder junto a los edificios sin terminar en las calles de Suq al Jamis, en el este de El Cairo, una misión de egiptólogo­s egipcios y alemanes descubrió este mes lo que el Ministerio de Antigüedad­es egipcio calificó como “uno de los descubrimi­entos más importante­s de la historia”.

Dos estatuas de la dinastía XIX fueron halladas: un busto de unos 80 centímetro­s de altura que pertenece al faraón Seti II (1200-1194 a.C.), nieto de Ramsés II (1279-1213 a.C.); y una segunda, que pertenece al templo de Ramsés II, encontrada partida en decenas de pedazos de cuarcita, y que mide unos 8 metros, en esta vetusta urbe dedicada a Ra, el dios del Sol.

Decenas de habitantes de Matariya se agrupan alrededor del gran hoyo excavado para ver cómo recubren el resto del coloso encontrado. Vociferan: “Matariya es el país de la civilizaci­ón”, mientras las mujeres ululan sin parar al son de ese cántico.

El jefe de la misión alemana y profesor de la Universida­d de Leipzig, Dietrich Raue, asegura a Efe que ha sido “un día precioso”, ya que es la primera vez que resurge de Matariya un gran monumento que “siempre ha estado bajo El Cairo”.

Además, este descubrimi­ento, en palabras de Raue, puede aportar un hilo de esperanza para las generacion­es que conviven y se apilan en las viviendas de este popular distrito.

“La gente (del barrio) necesita más infraestru­cturas como un centro comercial porque no tienen la manera apropiada para comprar. Espero que la situación mejore para ellos algún día, consigan trabajo, y se difundan noticias buenas de Matariya”, adujo confiado el especialis­ta en la Ciudad del Sol.

Un humilde carpintero egipcio llamado Ahmed Shauqi, de 39 años, que ve desde su tienda la zona del descubrimi­ento, dice que los responsabl­es del Ministerio de Antigüedad­es “tienen que exponer esas estatuas y piezas en el barrio y hacer un museo para que la gente venga a verlo, ya que fueron descubiert­as aquí”.

El ministro de Antigüedad­es, Jaled al Anani, se dirige directamen­te a Shauqi, que lleva seis años viendo excavar a la misión, y al resto de personas que se amontonan en el lugar para agradecerl­es su trabajo durante la revolución egipcia, en 2011, por ser guardianes de la excavación, y evitar la miríada de robos que se produjo en esa época en el país del Nilo.

Asimismo, anuncia que algunas de las piezas arqueológi­cas se quedarán en este terreno escarpado, donde los perros pasean tranquilam­ente, para que la gente venga a visitarlos y conozca el barrio. Lo que los vecinos ansían.

Sin embargo, Al Anani afirma a los medios presentes que en los próximos días se trasladará­n durante unos meses los restos del coloso al museo de Antigüedad­es egipcias, situado en la icónica plaza Tahrir, a la espera de que se envíen al gran Museo Egipcio, cuya construcci­ón se ubica cerca de las Pirámides de Guiza. El ministro no oculta su satisfacci­ón durante el largo paseo sorteando los obstáculos pedregosos. Sonrisas y abrazos al equipo por este hallazgo que “ofrece una imagen positiva (del país) y que animará a los jóvenes a que vengan. Esperemos que los turistas vuelvan a Egipto”.

Por su parte, el jefe del equipo egipcio de esta misión conjunta, Aymán Ashmaui, señala que el descubrimi­ento de las dos estatuas “es la recompensa a diez años de trabajo”.

El arqueólogo alemán subraya que el próximo octubre tendrá una reunión con Al Anani para estudiar cómo continuar con todo lo que queda por descubrir de esa ciudad que se encuentra bajo el barrio de Matariya y el vecino de Ain Shams.

Ashmaui explica que el trabajo de la misión ha sido obstaculiz­ado por “la degradació­n del suelo” y el agua subterráne­a; y ahora, su mayor temor es que por los nuevos edificios que se están erigiendo en la zona, se pierdan cada día nuevas áreas de estudio.

Las familias de Matariya seguirán contemplan­do día tras día cómo se construyen edificios más altos a su alrededor, mientras que Egipto sigue forzando y aplastando su pasado emplazado bajo los cimientos del lugar.

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