En camino...
Ycon el verano, en camino ya, comienza la preocupación por los incendios forestales y quemas en solares baldíos cercanos a edificaciones con peligro para los inmuebles y, sobre todo, para las personas que viven en el entorno. Hay inquietud, puesto que las quemas, algunas de ellas sin medidas de prevención y control, se han incrementado en estos primeros meses del año en un 25%, lo que ha obligado al desplazamiento de unidades del personal del Cuerpo de Bomberos. Las estadísticas y los números están ahí, y será necio cerrar los ojos y no lanzar, con fuerza, una campaña de prevención que incluya la publicitación de la pena por delitos forestales. Más importante que resaltar el castigo será trabajar en las comunidades para crear conciencia de que la protección y defensa de la masa forestal es vida para las personas y las demás especies al crear un hábitat que proporcione condiciones saludables para la existencia. Mientras no se consiga esto, como centro y piloto de la política forestal, será como echar agua en el mar los esfuerzos para reforestar los grandes espacios arrasados por incendios, por los cortes, por las invasiones cada vez más frecuentes del sector agropecuario y de expansión poblacional. Y lo más grave de todo es que cada año se tropieza en la misma piedra. Al llegar los primeros indicios del verano escuchamos las voces de advertencia sobre los peligros del estío, pero cuando vuelven las lluvias, aunque sean escasas, ya quedó todo en el olvido hasta la próxima estación veraniega. Y así año tras año con grave deterioro que, genéricamente, es abordado como “medio” ambiente, simulando la desaparación de las fuentes y manantiales, ignorando la disminución de los caudales en ríos y quebradas que se transforman en camino de herradura. Las consecuencias de este panorama no es necesario describirlas porque la experiencia anual, que se va convirtiendo en habitual, es aleccionadora, aunque los hondureños no acabamos de entender que el agua es vida y que su desaparición, escasez o contaminación es un atentado directo a la existencia de los seres vivos con disminución notable de la calidad de vida o, lo que es lo mismo, origen de múltiples enfermedades al usarla o consumirla. La montaña de Celaque, reserva forestal orgullo de occidente, fue víctima de la piromanía, cuyo objetivo no estaba claro, aunque pudiese estar asociado a obtener terrrenos para sembrar. No es el primero y desgraciadamente no será el último caso. La Ceiba, Pico Bonito; Tela, parque Jeannett Kawas; El Progreso, Mico Quemado; San Pedro Sula, El Merendón, o Tegucigalpa, El Picacho, La Tigra, son víctimas de las llamas con graves daños al ambiente. El verano toca a la puerta y el llamado a mitigar los daños en el ambiente debiera ser prioridad de los gobiernos locales y recibir el respaldo de las administraciones central o local y de la población. En la campaña habrá promesas, pero son las acciones las que harán la diferencia...