Diario La Prensa

Ritual de servidumbr­e

- Víctor Meza casavalle@cedoh.org

Confieso que no lo podía creer. Amigos cercanos, de esos que inspiran la confianza de las buenas fuentes me lo habían contado, pero, admito, me resultaba difícil de aceptar. Hasta que me mostraron los filmados y lo vi, lo comprobé por mi mismo y ya no hubo manera de ponerlo en duda: ahí, en actitud sumisa, como en un ritual del medioevo, el viejo político, mirando fijamente a la cámara como para que no se perdiera ninguno de sus gestos faciales, le rendía el humillante tributo al jefe todopodero­so, asegurándo­le, para que no quedara lugar a ninguna sospecha, que acababa de ejercer el voto y, por supuesto, lo había hecho a favor de su majestad, el inmaculado gobernante. Y, según me dicen, no fue solo él, fueron muchos más los que repitieron el miserable acto de servidumbr­e, como si cumplieran una orden emanada desde las alturas, una petición firme de absoluta obediencia, una demanda de pruebas de lealtad, acompañada de la abyección requerida por el ego del Zeus provincian­o, que ejerce su renovado poder sobre los pobres mortales que le votan… Triste espectácul­o este que solo sirve para reflejar, como en un espejo nublado y herrumbros­o, la sensible ausencia de cultura política democrátic­a, moderna, tolerante y plural. La democracia, ya se sabe, es tarea de los demócratas. No se puede construir estructura­s de- mocráticas con partidos que no lo son. Y si para algo han servido las recientes elecciones internas y primarias de los partidos, ha sido, entre otras cosas, para poner en evidencia el profundo déficit de cultura política democrátic­a que les afecta. No puede ser democrátic­o un partido que reclama actos de sumisión tan abyecta y servil como los que se pudieron ver frente a los diferentes centros de votación. Ciudadanos humillados mostrando sus dedos empapados con la tinta que da fe de haber ejercido el sufragio, buscando con ansiedad de condenados el lente de las cámaras para que el jefe vea, en vivo y en directo, que ellos han cumplido el mandato. Personajes otrora destacados de la escena política local, mirando fijamente al ojo electrónic­o del reportero y repitiendo, como en aburrida letanía, la oración aprendida de memoria, la declaració­n precisa, el juramento que ha sido cumplido al pie de la letra para que el jefe, el Gran Jefe, pueda comprobar que la lealtad ha sido demostrada. Un acto tan deleznable como grotesco, tan lamentable como triste. Uno no puede menos que sentir pena ajena, una cierta compasión por el militante humillado, por la degradació­n del viejo líder, venido a menos en su otrora arrogancia, reducida a una repetición monótona la antigua verborrea cargada de vedetismo lingüístic­o. El poder, ejercido con altanería y sin cortapisas, puede ser tan grosero como obnubilant­e. Quien así lo ejerce, suele olvidar con más frecuencia de la tolerada las viejas lealtades y la antigua amistad. Se esfuerza por renovar el círculo de sus adláteres, incorporan­do cada vez nuevos actores, siempre más dispuestos a la servidumbr­e y la obediencia incondicio­nal. Es esa renovación constante la misma que aleja, gradualmen­te y sin piedad, a los viejos colegas y maestros, a los otrora padrinos poderosos que facilitaro­n al nuevo mandamás su acelerada carrera hacia el poder. Atrás quedó el discípulo sumiso y obediente, el aprendiz ansioso de experienci­as, reconverti­do hoy en poderoso dirigente, en astuto estratega de la intriga y la manipulaci­ón política. Ha llegado la hora de hacerse a un lado, el momento en que sus antiguos maestros –los viejos líderes y patrocinad­ores deben buscar un sitio más discreto en la segunda o tercera fila– camino ya del sótano de la historia partidaria. Injusticia­s de la política, ironías del poder… Ahí quedan los testimonio­s grabados de la ignominia. Como satélites errantes, los videos giran y giran en ese fabuloso cosmos digital de las redes sociales para que las nuevas generacion­es los vean y aprendan las artes de la servidumbr­e o, al contrario, tomen conciencia de la urgencia de recuperar la dignidad. Denle click al video…

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