Unión aduanera
Las expectativas son sumamente favorables en el sector oficial y en los estudios realizados, faltan las pruebas y el aterrizaje, que es calificado ya como de muy favorable para la economía de Honduras y Guatemala. Nos referimos al acuerdo de unión aduanera en el que quedan consignados numerosos productos con libre circulación entre ambos países. Para los más escépticos, que no son pocos, el proyecto, programa o instrumento legal hunde sus raíces en décadas durante las cuales no han logrado concretar la patria grande en un mercado común, menos en el ámbito político y monetario. Pero como señala la sabiduría popular, “nunca es tarde si la dicha es buena”, el acuerdo sobre el que se desarrolla una labor bilateral ha marcado un objetivo muy concreto y que será, sin duda, el test o la prueba de que de las palabras se ha dado el paso a la acción, tan evidente y visible como la reducción notable de tiempo que se emplea para cruzar los puntos fronterizos. Hace unas semanas se podían observar largas filas de vehículos de carga en las inmediaciones de las aduanas. Hubo respuesta, un paliativo como solución temporal que se ciñó a aplacar el descontento de empresas y conductores y a mejorar la deteriorada imagen de la labor aduanera. Ahora ya, tras los ensayos y preparativos en estos primeros meses del año, las previsiones apuntan los meses de junio o julio, cuando la carga de libre circulación pase el control fronterizo en menos de una hora, lo cual es extraordinario, si realmente se cumple y no surgen problemas en la calificación de la carga. Según estudio del Banco Mundial, ahora se requiere un promedio de 55 horas, más de dos días, en cumplir los trámites aduaneros, control, exigencias fitosanitarias, declaración y verificación de la mercancía y, lo más grave, el desempeño del elemento humano en todos sus niveles, pues por moderna que sea la tecnología la mirada y la preocupación se centra en quienes la usan. No hay peor lucha que la que no se hace. Ya es tiempo de unir y consolidar el bloque económico para el que se dio la señal de salida hace casi seis décadas. Desde entonces, numerosas herramientas jurídicas y organismos dizque de representación regional, pero en la práctica los nacionalismos aislantes, el discurso vacío y el cáncer de la corrupción, el tráfico de influencias y la mira miope impiden la unidad en el istmo y el interés común para enfrentar los cada vez más absorbentes desafíos para sobreviviencia en la comunidad internacional. De momento soñaremos y nos preguntaremos, ¿será verdad tanta belleza?