Los puentes de la amistad
Me conmovió un video que vi recientemente. En él dos amigos, un sacerdote católico y un imán musulmán, se juntan para tomar el té. Después de departir juntos alegremente descubren que los dos tienen dificultades para levantarse debido a la artritis. El anuncio continúa cuando, de forma separada, cada uno encarga desde su celular el mismo par de rodilleras para el otro. De esta forma, cada uno puede arrodillarse con más comodidad para dar culto a Dios. El anuncio de Amazon es una excelente apología de la amistad y la tolerancia. Los millones de visualizaciones en Youtube y Facebook muestran que son valores que todos apreciamos, independientemente de las diferencias que podamos tener. Quedé más sorprendido cuando descubrí que el anuncio es interpretado por dos líderes religiosos verdaderos: Gary Bradley, un sacerdote católico, y Zia Sheikh, un imán musulmán. El diccionario de la Lengua Española define la amistad como “el afecto personal, puro y desinteresado, ordinariamente recíproco, que nace y se fortalece por el trato”. En esta definición se señalan unas características que sirven para enmarcar la amistad. El afecto personal, del que se parte, como es lógico, debe ser recíproco, y de otra parte el trato es indispensable para que nazca y se fortalezca la amistad, todo lo cual nos habla de lo que es sustantivo en toda amistad: el conocimiento mutuo, raíz de la confianza. De la confianza se deriva el deseo de compartir, traducido a su vez en actos de servicio generoso. Aristóteles decía que nuestra felicidad se construye con la capacidad que tenemos los hombres de tener amigos verdaderos. Necesitamos aprender a escuchar, conocer a los demás y también darnos a conocer. Madurar como persona es descubrir con humildad que abrirnos a los demás nos enriquece, que las diferencias en lugar de alejarnos han de servir para complementarnos. La verdadera amistad se funda en el amor y se refuerza en un servicio gustoso y desinteresado.