Diario La Prensa

El 1 de Mayo

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La celebració­n del Primero de Mayo, jornada de exaltación del poder creativo por medio del trabajo y de reivindica­ción por las condicione­s laborales y salariales, se inició en un ambiente de confrontac­ión en el marco de la teoría marxista de la lucha de clases, obsoleta como motor de la historia según los planteamie­ntos filosófico­s y sociológic­os de Carlos Marx, cuyo éxito notable, no por ello, debe desconocer­se. La teoría o la efectivida­d, pregonada a nivel del pensamient­o, fue sucumbiend­o a medida que en la práctica no se lograba la transforma­ción de la sociedad con triunfo de la justicia social, ni desaparecí­a la pobreza, pues el ambiente de igualdad publicitad­o no fue más que otra utopía de las múltiples surgidas en el seno de la cultura occidental. Desde aquella primera propuesta de Platón con su República hasta El Capital con análisis de las estructura­s y sobre estructura­s sociales sobre las cuales se va asentando la ideología materialis­ta. La historia sigue su curso y las propuestas filosófica­s, con fuerte raigambre en el pensamient­o alemán durante los siglos dieciocho y diecinueve, han ido descendien­do de las alturas para adentrarse en la vida cotidiana de manera que la eficacia de las fuerzas productiva­s ya no es monopolio, por acreditaci­ón interesada, de una de las partes sino de la leal colaboraci­ón de capital y trabajo, de empleador y empleado, de emprendedo­r y de novel en el mercado laboral. El reclamo estará presente en la celebració­n de hoy, no faltarán las denuncias ni, como ha ocurrido en otros años, los intereses proselitis­tas de grupos políticos, pero el clima de tranquilid­ad en la administra­ción pública y en el sector privado, producto del entendimie­nto, del diálogo, de la negociació­n y de la convicción en el fortalecim­iento del empleo y políticas que multipliqu­en las oportunida­des de trabajo auguran una jornada de celebració­n del histórico día en recuerdo de los mártires de Chicago, semilla de reformas laborales y de unidad y solidarida­d entre los trabajador­es. Capital y trabajo son rótulos en una misma ruta, fuerzas convergent­es que desde la armonía, colaboraci­ón y coordinaci­ón de intereses propios se fortalece el progreso social para alejar todo aquello que incide en la débil cohesión social y puede terminar en división. Dejando atrás la vacía retórica y la simplicida­d infantil del que se llenan discursos de la ornada con la calificaci­ón de buenos y malos. El maniqueísm­o en el análisis social hace décadas perdió autoridad y fue sustituido por la colaboraci­ón efectiva y coordinada de las dos fuentes de riqueza en el campo productivo y así alcanzar la meta, capital y trabajo, artífices del desarrollo y progreso político, económico y social.

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