Aborto, elección
Podemos y debemos adoptar soluciones congruentes con la dignidad y el valor de todo ser humano. Lo que queremos es una sociedad y unas políticas que ayuden a las mujeres que tienen dificultades para llevar a término el embarazo eliminando las dificultades, no al hijo. La retórica abortista contiene una verdad que muchos abortistas olvidan. El aborto es una cuestión de elección. Pero no es una “elección” a la que se enfrenta una mujer sola en el ejercicio de sus derechos individuales. Es una elección a la que nos enfrentamos todos los ciudadanos de Honduras. Y la opción que tomemos, deliberada y democráticamente, será una respuesta elocuente a estas dos preguntas: ¿qué clase de sociedad somos?; ¿qué clase de sociedad seremos? Si abandonamos el principio del respeto a la vida humana, haciendo depender el valor de una vida a que alguien la considere valiosa o deseada, nos convertiremos en un determinado tipo de sociedad que tal vez no es la que deseamos la mayoría de los hondureños. Al igual que la esclavitud, el aborto plantea las más elementales cuestiones sobre la justicia, que no se pueden eludir, ni se pueden resolver mediante una decisión personal: ¿Quién merece ser protegido? ¿A quién se reconocen sus derechos? ¿A quién se respeta su dignidad humana? ¿Del bienestar de quién se responsabiliza la sociedad? Estas preguntas entrañan profundos temas de moralidad personal y pública. Su solución -y el modo como se debatan- definirán la Honduras de los próximos años. Podemos optar por reafirmar nuestro respeto a la vida humana. Podemos optar por volver a extender nuestra protección a todos los miembros de la familia humana, incluidos los no nacidos. Podemos optar por prestar atención efectiva a madres e hijos. En sus manos, estimados representantes del pueblo, está la decisión de optar por promover una sociedad con justicia inclusiva para todos.