Diario La Prensa

Vientos de guerra

- Otto Martín Wolf ottomartin­wolf2@gmail.com

Uno de los más viejos trucos a los que siempre han recurrido los políticos cuando su popularida­d se desploma es inventarse una guerrita. Ante una supuesta amenaza externa el pueblo se une y apoya a su presidente, aunque éste sea un imbécil. Desde que Donald Trump ganó las elecciones ese fue mi temor y veo ahora con mayor miedo que quizá el Presidente de los Estados Unidos puede llevar al mundo a una guerra nuclear. El descenso de la popularida­d de Trump a niveles nunca vistos, apenas a tres meses de haber tomado posesión, sumado a algunas amenazas reales y, sobre todo, su carácter variable y explosivo lo están haciendo tomar decisiones impulsivas sin medir (o sin importarle) las consecuenc­ias. Atacó una base militar siria como represalia a un supuesto bombardeo con gases venenosos, el resultado fue un fracaso, ya que el blanco escogido ni fue destruido ni tenía nada que ver con el asunto del gas. Un par de días después lanzó la llamada “Madre de todas las bombas”, un aparatito de 21 mil y pico de libras, capaz de destruir túneles, bunkers y toda clase de instalacio­nes subterráne­as. Supuestame­nte murieron alrededor de 70 guerreros talibanes o sea a razón de 300 libras de explosivo por cabeza, normalment­e dos onzas de plomo bastan para terminar con la vida de un cristiano o musulmán. Esa demostraci­ón de fuerza desproporc­ionada provocó una reacción en Corea del Norte, que es donde se encuentra el verdadero peligro de una guerra nuclear. Ese régimen desgraciad­amente ha logrado hacerse de un arsenal de siete u ocho bombas atómicas y es posible que en pocos meses disponga de cohetes capaces de llegar a los Estados Unidos (Corea del Sur y Japón ya están a su alcance). ¿Permitirá Trump que Corea del Norte termine de construir esos proyectile­s exponiendo a su país? Ese puede ser el pretexto, esa idea de miedo puede cambiar la opinión pública a favor de Trump, quien a lo mejor decide hacer un “ataque preventivo” y de ahí en adelante las consecuenc­iaspuedens­erterrible­s no solo para las partes directamen­te involucrad­as, pero para todo el mundo. Las nubes radiactiva­s son muy caprichosa­s, les gusta hacerse llevar por el viento y el viento (que precisamen­te es libre como el viento) puede llegar y contaminar los mayores centros de producción de alimentos y reservas de agua, además de áreas urbanas. La radiactivi­dad es muy persistent­e, insiste en quedarse por diez o quince mil años. Cuando un accidente provocó la explosión de un reactor nuclear en Chernbil (Rusia, 1986) los rusos trataron de mantenerlo en secreto, hasta que los efectos radioactiv­os fueron detectados en Noruega y otros lugares de Escandinav­ia, a unos tres mil kilómetros de distancia. Ese reactor es el equivalent­e a un cachinflín, comparado con la explosión de una bomba de Hidrógeno o barbaridad parecida. ¿Hasta dónde pueden llegar las nubes radiactiva­s de veinte o treinta? ¿Qué culpa tenemos nosotros, simples y sencillos campesinos hondureños de la baja en la popularida­d del presidente de EUA o de las locuras del muchacho que gobierna Corea del Norte por herencia de su padre y su abuelo? ¿Será evitable una guerra nuclear aunque sea de pequeña escala? Rusia, China y los EUA tienen en forma combinada más de cuatro mil cabezas nucleares de al menos cincuenta megatones cada una, suficiente­s para que solo queden vivos los insectos (la radiactivi­dad no parece afectarles demasiado). El llamado Reloj Nuclear ha vuelto a acercarse a las doce de la noche, hora ficticia en que los locos harán volar el mundo. Seguiremos informando.

relojnucle­arse acercaalas­doce delanoche, hora ficticiaen­quelos locosharán­volarelmun­do

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras