Vientos de guerra
Uno de los más viejos trucos a los que siempre han recurrido los políticos cuando su popularidad se desploma es inventarse una guerrita. Ante una supuesta amenaza externa el pueblo se une y apoya a su presidente, aunque éste sea un imbécil. Desde que Donald Trump ganó las elecciones ese fue mi temor y veo ahora con mayor miedo que quizá el Presidente de los Estados Unidos puede llevar al mundo a una guerra nuclear. El descenso de la popularidad de Trump a niveles nunca vistos, apenas a tres meses de haber tomado posesión, sumado a algunas amenazas reales y, sobre todo, su carácter variable y explosivo lo están haciendo tomar decisiones impulsivas sin medir (o sin importarle) las consecuencias. Atacó una base militar siria como represalia a un supuesto bombardeo con gases venenosos, el resultado fue un fracaso, ya que el blanco escogido ni fue destruido ni tenía nada que ver con el asunto del gas. Un par de días después lanzó la llamada “Madre de todas las bombas”, un aparatito de 21 mil y pico de libras, capaz de destruir túneles, bunkers y toda clase de instalaciones subterráneas. Supuestamente murieron alrededor de 70 guerreros talibanes o sea a razón de 300 libras de explosivo por cabeza, normalmente dos onzas de plomo bastan para terminar con la vida de un cristiano o musulmán. Esa demostración de fuerza desproporcionada provocó una reacción en Corea del Norte, que es donde se encuentra el verdadero peligro de una guerra nuclear. Ese régimen desgraciadamente ha logrado hacerse de un arsenal de siete u ocho bombas atómicas y es posible que en pocos meses disponga de cohetes capaces de llegar a los Estados Unidos (Corea del Sur y Japón ya están a su alcance). ¿Permitirá Trump que Corea del Norte termine de construir esos proyectiles exponiendo a su país? Ese puede ser el pretexto, esa idea de miedo puede cambiar la opinión pública a favor de Trump, quien a lo mejor decide hacer un “ataque preventivo” y de ahí en adelante las consecuenciaspuedenserterribles no solo para las partes directamente involucradas, pero para todo el mundo. Las nubes radiactivas son muy caprichosas, les gusta hacerse llevar por el viento y el viento (que precisamente es libre como el viento) puede llegar y contaminar los mayores centros de producción de alimentos y reservas de agua, además de áreas urbanas. La radiactividad es muy persistente, insiste en quedarse por diez o quince mil años. Cuando un accidente provocó la explosión de un reactor nuclear en Chernbil (Rusia, 1986) los rusos trataron de mantenerlo en secreto, hasta que los efectos radioactivos fueron detectados en Noruega y otros lugares de Escandinavia, a unos tres mil kilómetros de distancia. Ese reactor es el equivalente a un cachinflín, comparado con la explosión de una bomba de Hidrógeno o barbaridad parecida. ¿Hasta dónde pueden llegar las nubes radiactivas de veinte o treinta? ¿Qué culpa tenemos nosotros, simples y sencillos campesinos hondureños de la baja en la popularidad del presidente de EUA o de las locuras del muchacho que gobierna Corea del Norte por herencia de su padre y su abuelo? ¿Será evitable una guerra nuclear aunque sea de pequeña escala? Rusia, China y los EUA tienen en forma combinada más de cuatro mil cabezas nucleares de al menos cincuenta megatones cada una, suficientes para que solo queden vivos los insectos (la radiactividad no parece afectarles demasiado). El llamado Reloj Nuclear ha vuelto a acercarse a las doce de la noche, hora ficticia en que los locos harán volar el mundo. Seguiremos informando.
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