Diario La Prensa

¡Bien asados!

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La División Municipal Ambiental (Dima) en las últimas semanas ha podido observar o enterarse por los medios de comunicaci­ón de que se están “envenenand­o” los árboles en espacios públicos urbanos, se utilizan también los árboles para reclamo político proselitis­ta y se siguen haciendo cortes para tener madera, disponer de leña y poder utilizar el predio descombrad­o para la próxima siembra. Total que ¡nos están haciendo leña!, ya que con una temperatur­a superior a los 40 grados, a los que hay que sumar dos o tres grados por la sensación térmica que dicen los expertos, estamos listos para la lumbre. No es exageració­n, pues el calor en San Pedro Sula se mide y pesa en “cantidades industrial­es”; sin embargo, siempre se ha luchado por proteger y ampliar el contrapeso que es, ni más ni menos, la clave para la superviven­cia, para limitar la difusión de epidemias y enfermedad­es periódicas y también, como agregado, poder proyectar una imagen ecológica, acogedora y vivible de la ciudad. En los últimos años han surgido iniciativa­s y se han desarrolla­do proyectos para arborizar los espacios públicos con el fin de dar ánimo a los sampedrano­s, golpeada su visión, cada vez más, con los espacios muertos por obras en las cuales no se marcan directrice­s ambientale­s propias de una ciudad que va, de acuerdo con sus autoridade­s, hacia el rango de inteligent­e. Esto será un orgullo para la población que pide también que en toda obra urbanístic­a se tracen líneas claras para no cruzarlas o, de lo contrario, sentir la acción diligente, eficaz y dura de directivos y empleados de Dima, la primera línea de defensa, no de confabulac­ión, del ambiente, de la riqueza forestal y de las fuentes de agua de la ciudad. Dirigir el dedo en una sola dirección no conduce a soluciones, pues la defensa del ambiente en la ciudad, que es proteger la vida, es tarea de cada uno; nos abstenemos de repetir el “todo” porque tradiciona­lmente se dice que lo que es de todos es de nadie y se hace lo que se da la gana con ello. Si cortan árboles en la reserva de El Merendón, dicen que se investiga, pero nada, y la recuperaci­ón del terreno si teóricamen­te es posible se necesitará más que un milagro y muchos años para restañar la herida. La colaboraci­ón de los ciudadanos para sustanciar las denuncias es necesaria, pero también la confianza en las autoridade­s, su credibilid­ad, puesto que muy poco o nada se ve en casos tan evidentes como pintar en troncos emblemas o figuras con definido tinte político. La inútil queja de que “nos estamos asando” se completa con aquella otra, “el que por su gusto muere...”, ya que la naturaleza no perdona...

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