Diario La Prensa

COMPRAMOS DROGA DENTRO DE LA UNAH

EXCLUSIVO. El tráfico y consumo de marihuana, “crack” y cocaína en la Universida­d Nacional Autónoma de Honduras es una triste y alarmante realidad

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El tráfico y el consumo de estupefaci­entes en la Universida­d Nacional Autónoma de Honduras (Unah) dejó de ser un secreto a voces para convertirs­e en una triste y alarmante realidad que está destruyend­o la vida de muchos jóvenes promesas del país. El comercio ilegal de drogas blandas y duras como la marihuana, el crack, las metanfetam­inas y hasta la cocaína en la Ciudad Universita­ria no es nuevo; pero hasta ahora nadie había probado fehaciente­mente su existencia ni su modus operandi. Tras varias semanas de planificac­ión, un equipo periodísti­co logró infiltrars­e entre grupos de consumidor­es y vendedores y pudo acreditar la existencia de redes de narcomenud­eo dedicadas a este ilícito negocio. Estas redes distribuye­n la droga entre estudiante­s que son habituales consumidor­es, y estos a su vez sirven de enlace para llevar a otros universita­rios a sus proveedore­s que operan adentro y en los alrededore­s de la Ciudad Universita­ria. Se supo que las bandas están claramente delimitada­s y una no puede meterse en terreno de otra ni disputarse sus clientes. La situación ha alcanzado niveles alarmantes en vista que los cuerpos de investigac­ión y seguridad del Estado no pueden ingresar y ejercer su labor investigat­iva en los predios universita­rios. Bajo ese contexto, la Universida­d prácticame­nte se ha convertido en santuario para los traficante­s de drogas en pequeña escala en vista que la autoridad policial tiene prohibido ingresar por la autonomía universita­ria. Por otro lado, la vigilancia interna que, desde 2014, está a cargo de una compañía privada contratada por la Unah tiene poco personal y este no está entrenado ni autorizado para combatir este tipo de delitos. Esta investigac­ión permitió poner en evidencia que aparte de las actividade­s académicas, en la Unah impera un submundo en el que muchos jóvenes estudiante­s han caído y que ha disparado el consumo de diferentes drogas sin que hasta ahora se hayan adoptado las acciones preventiva­s y coercitiva­s para frenarlo.

La primera compra

Mediante un meticuloso trabajo que llevó varias semanas, el equipo periodísti­co logró penetrar una de estas redes de narcomenud­eo y concretó la compra de varios gramos de marihuana y piedras de crack en cuatro fechas y lugares diferentes. Concretame­nte, la misión de los periodista­s era comprobar la venta de narcóticos dentro de la Ciudad Universita­ria y sus alrededore­s y a su vez cotejar los niveles de vigilancia y seguridad que existen en su interior para enfrentar esta actividad delictiva. Dos de las compras se efectuaron en el interior del complejo estudianti­l, una de ellas en un sector que es conocido por los estudiante­s como “el bosquecito”, lugar en el se reúnen para charlar, estudiar y consumir drogas. Las otras dos se hicieron en los alrededore­s de la institució­n educativa, peros las transaccio­nes se pactaron adentro de la Unah. A mediados de abril, los investigad­ores lograron una primera transacció­n de un “pucho” de marihuana, para lo cual se hizo contacto con una persona que condujo a los periodista­s hasta “el bosquecito”.

Este lugar es el preferido por los estudiante­s consumidor­es de marihuana, alcohol y otras sustancias prohibidas y está justo en medio de la entrada principal y el portón de salida vehicular. Ese día había alrededor de 12 personas congregada­s en el sitio, entre ellas el traficante y algunos consumidor­es de marihuana que regularmen­te se reúnen ahí para fumar y transar los alucinógen­os. El contacto se dirigió al vendedor y presentó a la persona que haría la compra del “tostón” de canavis. Tras recibir el pago de 50 lempiras, el traficante se apartó del grupo y amablement­e ex trajo una pequeña bol sita transparen­te con la hierba con semillas, y sin preguntar nada se lo entregó al comprador. Este distribuid­or es conocido como el Catcha. Set rata de un hombre alto, de tez blanca, fornido y con vestimenta casual que usualmente luce un pequeño sombrero y una cadena en el cuello. Una vez efectuada la negociació­n, el periodista y su contacto se retira ron del sitio con la bol sita del alucinógen­o bien resguardad­a y con la mayor naturalida­d para no despertar sospechas. En este primer acercamien­to furtivo se pudo compro barqueen“el bosque cito” no solo existe un comercio ilegal de drogas, sino también el consumo prohibido de alcohol y cerveza que los estudiante­s introducen ocultos en sus mochilas. En los minutos previos y posteriore­s ala transacció­n no se observó la presencia de personal de seguridad en los alrededore­s, lo que facilita la compra y venta de la droga en las narices de las propias autoridade­s. No conforme con esta primera compra, el equipo decidió hacer otra transacció­n para desnudar la existencia de otras redes dedica das al ilícito negocio. Fue así que a finales de abril se transó una segunda compra de un gramo de marihuana fina conocida como “Gucci”. Esta vez la transacció­n fue dentro de la Universida­d, pero la hierba se entregó en un negocio de enfrente. Estas drogas fueron adquiridas por 50 lempiras la semilla pura y 150 lempiras la marihuana Gucci. También se hizo un pedido de una línea de cocaína pura, pero en esta oportunida­d el distribuid­or dijo que no contaba con este alucinógen­o, pero que lo podía conseguir. Los investigad­ores identifica­ron al menos cuatro sitios adonde seda un alto consumo y venta de drogas: El Bosquecito, contiguo al auditorio Juan Lindo, atrás de los edificios C1 y C 2 de la Facultad de Ciencias Económicas ya bajo del edificio J1 de Microbiolo­gía y Biología.

Al igual que la marihuana, la adquisició­n de crack, un derivado de baja calidad de la cocaína, es fácil de adquirir y no tiene ninguna dificultad para los estudiante­s, basta con tener el dinero en efectivo a mano, conocer el contacto adecuado y saber adónde ir para hacerla negociació­n. Tomando en cuenta estos factores, el equipo periodísti­co pactó la compra de un gramo de

crack, conocida como “alegría”, cuyo valor en la Unah ronda los 150 lempiras. Esta vez, mediante una llamada telefónica, se pidió al intermedia­rio que con siguiera una piedra del alucinógen­o. La entrega se concretó al filo de las seis de la tarde en los pasillos del edificio F1 en un pequeño envoltorio de papel higiénico como si se tratase de un dulce. Sin muchos preámbulos, elvendedor a brió sumorral, sacó el producto con mucha sutileza y se lo entregó al cliente, esto ocurrió en medio deliry venir de estudiante­s que no notaron que se trataba de una transacció­n de droga.

La última compra

La cuarta y última compra de crack se planificó en menos de una hora en una aula del edificio F 1 a principios de mayo. En esa oportunida­d se hizo una llamada a otro contacto, un joven estudiante que desconocía que estaba siendo vigilado por parte del equipo de investigac­ión. Este acordó encontrars­e con las dos compradora­s en la entrada principal de la Unah y estando ahí hizo un par de llamadas para consultara su proveedor si tenía disponible­s dos piedras de crack. Acto seguido se dirigió con sus acompañant­e s hacia El Bosque cito y ahí pidió a las dos jóvenes que lo esperaran a cierta distancia, mientras hablaba con su proveedor. Después de unos minutos, el contacto se dirigió alas compradora­s y les dijo que tenían que salir a un negocio de bebidas contiguo a la Universida­d, adonde le entregaría­n la droga. La transacció­n se realizó sin ningún problema tras el pago de los 300 lempiras y luego reingresar­on a la Unah tranquilam­ente sin que los guardias de la entrada sospechara­n nada ni les hicieran ningún registro.

La “piedra de la alegría”

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