Diario La Prensa

No eches de tu lado a Cristo

- Santiago Martín OpiniOn@laprensa.hn

“Mientras conversaba­n y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerl­e.” (Lc. 24:14) El Señor, según nos cuenta San Mateo no dejó sólo su presencia real ligada a la eucaristía. También quiso quedarse con nosotros a través de otra “sustancia” singular: el amor y el amor recíproco. Efectivame­nte, Él ligó su presencia a la unidad entre sus discípulos: “Donde dos o más están unidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18, 20). Por eso los dos discípulos que huían de Jerusalén camino de Emaús, a pesar de su cobardía y de su falta de fe, llevaban con ellos la presencia de Cristo, pues se querían y estaban unidos en el nombre del Señor. Sin embargo, no lo sabían y por eso no lo reconocían. También a nosotros nos puede pasar lo mismo. Es posible que no nos demos cuenta de que el Señor está en nuestro hogar y que le expulsemos de allí cuando nos enfrentamo­s unos a otros, cuando hay violencia o tensiones. A veces, con mucha frecuencia, eso se produce por naderías, por insignific­ancias, por puro egoísmo. Echamos a Jesús de nuestro lado cuando rompemos la unidad, cuando desaparece el amor recíproco. Le invitamos a que esté entre nosotros, por el contrario, cuando amamos al prójimo en nombre del Señor, como amó el Señor y por el Señor. Y el Señor amó con una motivación religiosa -por Dios- y con un amor que incluía el perdón y la generosida­d. También podemos echar de nuestro lado a Cristo, o al menos no darnos cuenta de su presencia y por lo tanto no valorarla, cuando consideram­os que Él nos ha abandonado por el hecho de estar pasando dificultad­es. Aunque no sintamos a Cristo, no debemos dudar ni de su presencia ni de su amor.

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