Gracias por su amor y cuidado
“Pobrecita fulana de tal”, me dijo una amiga, consternada. “Su hijo la llamó para decirle que se traslade a la capital a cuidarle el niño recién nacido”. “Y por qué pobrecita”, le pregunté, sintiendo curiosidad por ese término que denota lástima o compasión. “Porque no es su responsabilidad”, me contestó tajante. “Ser niñera simplemente porque ninguno quiere dejar de trabajar”. “¿Y los padres de la esposa?”, se me ocurrió investigar esta vez. “Ellos viven en la capital, ¿no es cierto?”. “Sí, es cierto. Pues ya son niñeros (de la otra hija). Pero a medio tiempo, por su negocio”. No voy a entrar aquí a reflexionar si mi amiga tiene razón al sentir lástima o si la actitud de los padres está correcta o no. Más bien a lo que quiero llegar es a lo que se desprende de las palabras que mi buen amigo Herbert compartiera en su estatus de Facebook, a razón del deseo de su hijo de levantarse temprano: “Desde las 4 am nos tiene despiertos... Pero vale la pena cualquier sacrificio por los hijos. Ahora medio empiezo a entender el sacrificio de mis padres por mí. No tendré nunca cómo pagarles. Gracias a mis padres, Aarón y Teresa, por su amor y cuidado conmigo desde pequeñito, aún hasta ahora. Besos y abrazos”. Siendo honestos, el sacrificio de los padres fácilmente pasa desapercibido. Es algo que se da por sentado: tienen que hacerlo. Y puede ser que textualmente no se haya pensado así, pero los actos lo dicen. Actos que muchas veces tienden hacia el utilitarismo, esto es, una actitud que valora encarecidamente el sacar ventaja y antepone a todo su consecución, incluso al amor. Pues cuando dicen no, y con justa razón, genera molestia, desagrado, crítica, resentimiento. Por eso las palabras de mi amigo encuadran perfecto aquí: aún hasta ahora. Eso es algo que debe agradecerse de corazón (y con los besos y abrazos), querido lector. Expresándolo no una vez, sino cada vez que se pueda.