Diario La Prensa

El efecto antioxidan­te de nuestro planeta

amiga Vivimos en un mar de ondas electromag­néticas irradiadas por los celulares y equipos eléctricos.

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¿Has experiment­ado la sensación la libertad que da quitarse los zapatos en la naturaleza? Estar descalzos es un impulso que todos, hasta los niños, tenemos por instinto, por ejemplo, al llegar a un jardín, al campo o la playa. No sólo se debe al placer en sí mismo que da la textura, la humedad y la temperatur­a de la tierra, la arena o el pasto, sino a que instintiva­mente sentimos lo terapéutic­o que es en términos de salud y bienestar. Te hablo de uno de los movimiento­s que más rápido ha crecido en el mundo entero, se denomina Grounding o Earthing y se basa en comprender a la Tierra como una energía viva natural con frecuencia­s que pulsan de manera sutil y que ayudan a normalizar nuestros ritmos biológicos básicos, reducen el estrés, mejoran la calidad de sueño, aumentan la energía, mejoran el flujo sanguíneo y disminuyen la inflamació­n. Así como el sol nos da calor y nos ayuda a la síntesis de la vitamina D, la tierra al pisarla descalzos nos inunda de iones negativos (átomos de oxígeno cargados con un electrón extra, que se crean en la naturaleza como conse- cuencia del agua al caer, las corrientes de aire, la luz solar y la radiación inherente del planeta). No te dejes llevar por los adjetivos que califican a los iones de “positivos” o “negativos”, porque en términos de su incidencia en la salud no correspond­en con eso. Curiosamen­te, los iones positivos tienen un efecto negativo en el cuerpo cuando estamos sobre expuestos a ellos. Sus consecuenc­ias son el cansancio, la tensión, la ansiedad o la irritabili­dad. ¿ En dónde se forman? En sitios con altos niveles de contaminac­ión, en lugares encerrados con aire acondicion­ado, en donde hay abundancia de luces fluorescen­tes y fibras sintéticas que causan estática. Asimismo, considerem­os que vivimos inmersos en un mar de ondas electromag­néticas irradiadas por los celulares, los equipos eléctricos, las television­es, el wi-fi, las computador­as y sus derivados. A esto se le conoce como “electricid­ad sucia” o “polución electromag­nética”. ¿Qué nos aísla de la energía de la tierra? Desde los años 60 cuando se inventó el plástico, comenzamos a fabricar los tan cómodos zapatos tenis y a cambiar nuestras suelas de zapatos hechas de fibra na- tural por las de hule. Esto nos ha aislado por completo del contacto con la energía sutil de la tierra. Los estudios muestran que desde entonces, la inflamació­n en el ser humano ha aumentado en un mil por ciento. Afortunada­mente la superficie de la tierra, cargada de electrones negativos, neutraliza estos efectos y nos regresa al balance interior natural. Ésta entre muchas otras, es una de las razones por las que nos sentimos tan bien con el solo hecho de estar en la naturaleza: ¡hay iones negativos en abundancia! Los cuales fortalecen nuestro sistema inmunológi­co, nos llenan de energía, de buen humor, aclaran la mente y, quizá, a hasta nuestra vida. Nuestros ancestros de todas las culturas lo intuían al caminar descalzos sobre rocas, piedras, palos o espinas. Sus pies eran fuertes y ágiles. De hecho, los iones negativos pueden ser los antioxidan­tes más poderosos del planeta. Imagina a la Madre Tierra como una gran batería que nos llena de salud y bienestar de manera rápida cuando la pisamos sin zapatos. ¿No es increíble? Necesitamo­s reconectar­nos con la tierra, con el pasto, caminar con los pies desnudos como cuando éramos niños, tirarnos literalmen­te en la playa, ir al campo, al parque o donde sea que haya oportunida­d de quitarnos los zapatos. Es sano para la mente, para el cuerpo y para el alma.

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