Diario La Prensa

El águila real

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Nadie nace con las alas puestas, las grandes personas las fabrican a base de coraje y superación al vencer la adversidad y colocar su fe inquebrant­able frente a sus puertas. Jorge Zavalas es parte de esas águilas reales que se niegan a rodar por los arrabales y se remontan raudos hacia las altas cimas de la vida. “Jorge, tú eres un niño águila, siéntate junto a mi y observa cómo se reparan los zapatos”, ordenaba mi madre al iniciar su tarea de zapatera. A la edad de 9 años, Jorge ganó los premios de lectura y dibujo de toda la escuela y le entregaron una recompensa de cien dólares. Inmediatam­ente, acudió a la ferretería con la profesora, quien le garantizó una compra a plazos para el taller. Jorge llegó a casa con un esmeril instalado en un armazón y su respectivo motor de maravilla. Su madre cayó de rodillas y, llorando de felicidad, agradeció a Dios y bendijo la gran zapatería Zavalas. Aún siendo un fino zapatero, el dinero para echar a andar el taller lo consiguió gracias a su habilidad de declamador y dibujante. Así actúan las águilas, no son meros sobrevivie­ntes, todo lo que hacen es positivo. A la edad de 18 años, Jorge trabajaba como gerente de su propia zapatería en la mejor zona de San Juan, Puerto Rico. Un día hermoso para recordar siempre, llegó a la tienda la gran capitana de volibol de la universida­d y junto con unas amigas se probaban zapatos altos de calle. Una vendedora ingresó apresurada: “Jorge, una de las jóvenes parece que se ha torcido el tobillo”, le dijo. Al acariciar con loción curativa el pie de la gran capitana, de 20 años, se incendió la alquimia de una aventura romántica de 51 años, quizá la más bella novela de águilas de Puerto Rico. Extracto de nuestro libro: Vuela alto águila. MAX BALARIN

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