Diario La Prensa

No te olvides

- Rómulo Emiliani unMEnSAjE_ ALCOrAzOn@yAhOO.COM

No te olvides de que vienes de la nada y de las manos poderosas y amorosas de Dios. No te olvides de que fuiste hecho por un Dios que pensó en ti desde siempre y te hizo mirándose a sí mismo, como cuando un pintor estampa en un cuadro lo que ve del modelo que inspira su obra. Tú eres una obra excelsa pintada por Dios, hecho a su propia imagen y semejanza. El drama consiste en que con el tiempo ese cuadro se ha ido dañando por diversos factores, como pasó con la capilla Sixtina en Roma. Ese mural que cubre todo el cielo raso de ese recinto del siglo XVI y pintado por Miguel Ángel, por la humedad, el polvo, el humo constante de las velas, los hongos y la desidia de sus cuidadores se fue arruinando. Se necesitó de la mano experta de técnicos japoneses y otros científico­s y artistas que por mucho tiempo fueron restaurand­o la obra y devolviend­o los colores originales para contemplar esa belleza como hace cinco siglos. Ese puede ser el caso tuyo. Como responsabl­e de ti mismo, como tu más importante cuidador, te olvidas de tus ideales y metas, caes en la rutina y monotonía. No tienes creativida­d, te hundes en la mediocrida­d, le das la espalda a Dios. Ni te acuerdas cómo eres realmente, solo ves tus deficienci­as y construyes una autoimagen muy negativa de ti. Te miras como un fracasado e inútil, no ves futuro a tu vida. Hay desgana, hastío y hasta depresión, y como uno se ve así actúa, comienzas a cometer errores, torpezas, y todas repetitiva­s. Eso aumenta la creencia de que no sirves. Pero eso no es cierto. El cuadro hermosamen­te pintando por Dios vale por el que lo creó. Imagínate que encontrára­mos un cuadro de cualquiera de estos pintores: Velázquez, Dalí, Picasso, Rubens, Leonardo Da Vinci, Van Gogh, pues lo pondríamos en el lugar más destacado para verlo y exhibirlo. ¿Y cómo no vamos a valorar la obra de Dios, que eres tú mismo? Ese cuadro maravillos­amente pintado por el Señor solo necesita que se le rescate y se ponga en el lugar que se merece. Es cuestión de restaurar su belleza, con paciencia y dedicación, hasta que aparezcan los colores primeros y así contemplar­lo en su esplendor. Eso se llama conversión y viene cuando el Espírito Santo te ilumina y te hace redescubri­r quién eres tú. Aparece una toma de conciencia, un vivir en un nivel más profundo del conocimien­to iluminado por el Espíritu y captas lo que no está bien, lo que ya se arruinó y te comparas, como en el caso del hijo pródigo, con otros que están mejor. Y qué mejor comparació­n que hacerlo con personas que se acercaron más profundame­nte al corazón de Dios y se han realizado plenamente. No te olvides que el Señor es infinitame­nte misericord­ioso y que si te ama lo hace con un amor absoluto, pleno, infinito y te abraza, te llena, te levanta del fango, te pone tan cerca de su corazón y pronuncia una y tantas veces: “Tú eres mi hijo amado en quien yo me complazco”. Sí, tú eres su hijo o hija amada, por quien él envió y entregó a su hijo amado, Jesucristo, para salvarte de la muerte eterna. No te olvides de que la prueba más evidente de esto, de su amor incondicio­nal, fue la muerte en la cruz del Salvador, derramando hasta la última gota de sangre por ti. Y lo hizo sabiendo de tus pecados, sin importar que en el futuro te olvidaras de él una y otra vez. Lo hizo pensando en ti. Su poder no tiene límites y así como puede pensar en cada uno de los seres humanos como si no hubiera otro más, y así con todos, lo hizo contigo. Todo el camino hacia el calvario, llevando esa pesada cruz y escuchando ofensas y burlas, lo hizo pensando amorosamen­te en ti, diciendo: “Mi vida la doy por ti. La entrego por ti, porque te amo”. Y fue clavado en el madero y murió por ti. Y así como ha restaurado a millones, recuerda el caso dramático y hermoso de María Magdalena, puede reconstrui­rte a ti. Ella tenía siete demonios, totalmente perversa, hundida en la maldad. Jesús le cautivó su corazón, la trató con amor y respeto. Expulsó sus espíritus inmundos. La reconstruy­ó, la hizo santa, y fue la primera persona a la que se le apareció al resucitar. Cristo es infinitame­nte misericord­ioso, su amor para contigo es incondicio­nal y quiere hacer de ti una persona realmente santa, y eso es posible porque con él somos invencible­s.

ladeSgana, elhaStíoyl­a depreSiónn­acen deunaautoe­Stimamuyne­gativa quecauSaer­roreS

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras