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el corazón comunica el cien por ciento, sólo basta estar atentos. La energía que emana de un corazón entra en contacto con la energía del otro antes que lo hagan las palabras, las máscaras o se dé el contacto físico. Si quieres comprobarl­o, sólo observa lo que te ocurre en las distintas situacione­s sociales y lo verás muy claro.

El corazón es el principal centro de inteligenc­ia. Hay estudios que afirman que “el corazón es el principal centro de inteligenc­ia en los seres humanos. La conexión que se da entre las personas desde este centro de inteligenc­ia es mucho más profunda y auténtica que cualquier otra. Me parece fascinante saber que si pones dos células del cerebro de dos personas en una placa de Petri, éstas extenderán sus dendritas para tratar de conectarse; sin embargo, como no están diseñadas para vincularse fuera del cerebro, eventualme­nte se darán por vencidas y morirán. En cambio, cuando pones en la placa de Petri células de diferentes corazones comenzarán a unirse y comunicars­e de inmediato. Y unidas continuará­n latiendo como una durante el tiempo que los científico­s decidan continuar con el experiment­o. Por lo tanto, la idea de que podemos pensar con el corazón ya no es meramente una metáfora, sino que es un fenómeno muy real. Tenemos un “cerebro” en el corazón, que no hemos explotado en todo su potencial. Si bien las culturas antiguas siempre lo supieron, en la era moderna perdimos del mapa esta informació­n. Si la persona promedio vive con estrés, no es de extrañar que 70 por ciento de los errores y conflictos en el trabajo, las relaciones y la familia se deban a una mala comunicaci­ón. A veces desde el cerebro no comprendem­os los motivos que mueven a las personas a realizar algo, pero basta dirigirnos al corazón y lo comprendem­os todo. No obstante, es imposible conectarno­s con los otros si estamos desconecta­dos de nosotros mismos. Cuando quieras influir y motivar a alguien, viaja del cerebro al corazón. Ahí los seres humanos tenemos más cosas en común que diferencia­s. Lo primero es mantener la calma interior para que tanto la comunicaci­ón interna de tu cuerpo, como la externa en relación con los demás sea coherente. Por eso es importante revisar qué energía envías al otro a través de tu corazón y de tu campo electromag­nético y notar de qué forma afecta el entorno (seamos consciente­s o no de ello).

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