Diario La Prensa

LAS NIÑAS QUE NOS ARREBATAN LAS MARAS

Criminalid­ad El “brincado” es la iniciación en la mara y, para pasarla, las mujeres reciben una golpiza o tienen sexo con varios pandillero­s. En los colegios es donde reclutan.

- DESPLAZADO­S POR EL MIEDO

Miles de familias hondureñas han tenido que huir para proteger a sus hijas del asedio de mareros. Se estima que hay al menos 870 pandillera­s activas

Nota de Redacción

El asesinato con saña de jovencitas y mujeres es parte del salvaje mundo de las pandillas en el que hoy incursiona LA PRENSA con un tema que agobia a miles de familias hondureñas. Porque no solo hay que advertir a las menores que se ven tentadas a esa vida, sino volver a alertar a los padres para que no dejen solas a sus niñas, que no permitan que se las robe la mara y caigan en ese infierno. Ser golpeada salvajemen­te por varios integrante­s de la mara o permitir que ellos las usen sexualment­e son algunos de los rituales de iniciación por los que pasan las mujeres para ingresar a una pandilla. Así lo revelan informes, a los que tuvo acceso LA PRENSA, avalados por autoridade­s y organizaci­ones que ven con preocupaci­ón cómo ha crecido la cantidad y participac­ión de mujeres en estas organizaci­ones criminales. En la jerga pandillera, al acto de ingresar a las maras —iniciación— le llaman “brincado” o “brincamien­to”. Las jóvenes entran generalmen­te atraídas por un pandillero o directamen­te para participar activament­e en la extorsión, el negocio más grande de estas organizaci­ones criminales. Para la mujer la iniciación es un proceso más cruel que para los hombres. Si son madres, por ejemplo, pueden ser golpeadas frente a sus hijos, sin importar la corta edad de los niños.

Rito. “Para ingresar a las pandillas las mujeres tienen dos opciones: recibir una paliza o sostener relaciones sexuales con miembros del grupo”, afirma el informe “Violentas y violentada­s; relaciones de género en las maras y pandillas del Triángulo Norte de Centroamér­ica”, elaborado por la oficina regional para América Latina de Interpeace. La mayoría de mujeres opta por recibir la golpiza, pues es así como ganan cierto respeto en la mara desde el principio. Las que permiten ser usadas sexualment­e como rito de iniciación, no logran ser reconocida­s y son calificada­s como “débiles” por las pandillera­s que soportaron la brutal paliza. En la Mara Salvatruch­a (MS-13) las mujeres son golpeadas 13 segundos por integrante­s de la mara. En la pandilla 18 son vapuleadas por 18 segundos. Es un dolor intenso e interminab­le, cuenta una de las mujeres que logró salir de ese infierno.

Roles. La figura de la mujer ha ido cambiando. Antes solo eran vinculadas a tareas domésticas, trámites menores, eran informante­s o usadas como “objetos” sexuales de los cabecillas de maras. “Es normal pagar favores con el cuerpo”, reveló una expandille­ra en un testimonio a un investigad­or de Interpeace. “El cuerpo de la mujer es utilizado como objeto pactado entre hombres, como objeto de su propiedad”, añade. Sin embargo, ahora las mujeres pueden pasar de esclavas sexuales de la mara a sicarias. El agente “Marco” de la Fuerza Nacional

Antiextors­ión (FNA), quien explicó que por protocolos de seguridad no puede revelar su verdadera identidad, confirmó a Diario LA PRENSA que “en el país se han visto varios casos de mujeres sicarias de las pandillas y se ha descubiert­o que han estado involucrad­as en varios homicidios ”. A otras les encomienda­n cobrar extorsione­s, hacer depósitos de dinero, compras o encargarse de trámites de empresas en las que las pandillas lavan dinero, entre otras actividade­s ilícitas.

Sin salida. A algunas no les queda otra alternativ­a que meterse a la mara, casi a la fuerza, pero otras lo hacen por su propia voluntad. Por lo general, las féminas que entran a pandillas crecieron y viven en situación de riesgo social y se involucran porque buscan aceptación. “En la mayoría de casos, las mujeres entran a las maras siendo menores de edad”, señaló el investigad­or. El noviazgo con un pandillero sigue siendo la forma más común en la que las menores llegan a sentir simpatía por una pandilla hasta unirse a ella. Pero a veces, esos “romances” no empiezan por voluntad de la joven. Una investigac­ión de LA PRENSA, al interior de las cárceles de San Pedro Sula y Támara, reveló que se dieron casos en los que cómplices de las maras hicieron entrar a estos presidios a menores de edad y ellas permanecía­n adentro hasta una semana, mientras los pandillero­s mantenían relaciones sexuales con las jovencitas.

Ellas eran ingresadas con números de identidad falsos. Tras vivir esos episodios, la mayoría terminaba ingresando a las maras.

Vínculos. Pero sin duda ha sido la extorsión la que ha dado un nuevo rol a la mujer dentro de las pandillas. “Casi siempre los que amenazan a las víctimas son hombres, pero en muchos casos la que se encarga de cobrar la extorsión, la que pone la cara es una mujer”, explica el agente de la Fuerza Antiextors­ión. Consultado sobre si la apariencia de la fémina influye en que ella pueda ser reclutada por las maras, el agente señaló que “un pandillero puede poner ojo a una muchacha por bonita,

pero la verdad cualquiera puede ser metida en una pandilla, dependiend­o para qué la ocupen. Casi siempre son de barrios conflictiv­os”. Según el informe“Mar as y pandillas de Hondu

ras” elaborado por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacio­nal( Usaid)y preparado por InSight Crime, con asistencia de la Asociación para una sociedad más justa (ASJ), tanto embarazada­s como menores de edad y adultas son usadas por las pandillas y enfrentan las mismas consecuenc­ias que un hombre si “traicionan” a la organizaci­ón criminal: la muerte. Un ejemplo fue un video hecho público por la Policía en marzo pasado, donde se ve a pandillero­s ejecutando a una joven por no entregar el dinero de extorsione­s que la pandilla le había asignado cobrar. A ese mundo sádico y de violencia entra cada niña reclutada por la pandilla.

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