Canillera
Ahora que Wilter Blanco se ha declarado culpable de los delitos que una corte neoyorkina le ha imputado y, además, se ha manifestado dispuesto a colaborar con las autoridades estadounidenses, seguro habrá algunos ciudadanos hondureños a los que les ha entrado canillera. Y es que, como reza una antigua sentencia: “entre el cielo y la tierra no hay nada oculto”, por muchas precauciones que se hayan tomado para cometer un ilícito, al final, todo acaba por saberse. Y en todo aquello que tiene que ver con la aplicación de la justicia, el sistema de los Estados Unidos es implacable. Por un lado las leyes son muy claras: cualquier individuo que cometa una falta dentro de su territorio debe pagar por ella, pero igual debe hacerlo aquel que la cometa en otro país, y que afecte la seguridad o la salud de sus ciudadanos o esté ligado a una empresa estadounidense o tenga algún vínculo con una de ellas. No hay, pues, posibilidad de burlar la ley, porque ésta se encarga de proteger a su gente dentro o fuera del país con una especie de blindaje legal sin fisuras. Aunque, sin duda, en Honduras hemos avanzado en el tema de impartición de justicia, es evidente que tenemos un largo camino por recorrer. Tenemos leyes, pero su aplicación es deficiente. Además, el sueño democrático de la independencia de poderes tiene muchas asignaturas pendientes. Por eso no debe molestarnos que sea la justicia estadounidense la que se esté encargando de poner a buen recaudo a aquellos que han causado daño a ese país y que, no nos equivoquemos, también al nuestro. Las acusaciones contra el señor Blanco son serias. Se le imputan delitos contra la seguridad y la salud que se pagan con cárcel y multas millonarias. Las confesiones que él pueda hacer, para cumplir su promesa de colaborar con la justicia, le significarán reducción de penas, pero no su libertad. La canillera se da porque sus acciones dolosas no fueron cometidas en solitario. La magnitud de los ilícitos obligó a la participación de muchas otras personas, y son estas las que están nerviosas. Hay, además, otros involucrados por omisión, por hacerse de la vista gorda, por dejar hacer y dejar pasar. Da pena que los trapos sucios de los hondureños se estén lavando en una corte de Nueva York, pero, tristemente, no había otra opción. Lo que queda esperar es conocer la lista de compatriotas que van a resultar implicados y, posiblemente, también solicitados para extradición. Y tendrán que ser enviados porque hace falta una profilaxis en este país y tenemos la oportunidad de llevarla a cabo con la ayuda de una nación amiga.