Diario La Prensa

El informe

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L a presentaci­ón la semana pasada del informe sobre seguridad, derechos humanos, oportunida­des para sectores vulnerable­s y lucha contra la corrupción ante los miembros del Comité de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha mostrado una imagen más beneficios­a y positiva del país, aunque todavía en ella se pueden observar esos claroscuro­s sobre los cuales el gobierno y la sociedad muestran su interés de superar para que la ley, la justicia, la transparen­cia y la igualdad de oportunida­des sean los mejores calificati­vos en próximos informes. Los expertos de la ONU que reconocier­on la claridad del informe y calificaro­n de notable su contenido, ahondaron en los asuntos expuestos con preguntas desde el asesinato de la ambientali­sta Berta Cáceres a la despenaliz­ación del aborto o el reconocimi­ento del matrimonio de personas del mismo sexo, así como el trabajo infantil. La indagación se hizo con lupa y con criterios sobre los cuales nuestra sociedad no ha cruzado aún el umbral y, por tanto, su meta u objetivo no se hallan al alcance de la mano, pues seguimos en el ámbito de la superviven­cia con aspiracion­es a conseguir calidad de vida. Prueba pasada es la apreciació­n de la delegación nacional dirigida por el presidente del Poder Judicial, Rolando Argueta, pero falta todavía la calificaci­ón y la tarea por hacer para la próxima presentaci­ón. En unos días, el Comité de la ONU proporcion­ará las observacio­nes a la situación del país, de manera que en la próxima ocasión se analicen los avances y el cumplimien­to de los compromiso­s que nuestro país adquiere al ser miembro de organismos como el Pacto Internacio­nal de Derechos Civiles y Políticos, en el que participan 167 naciones. Con notable satisfacci­ón fueron escuchados los significat­ivos porcentaje­s en la reducción de la tasa de homicidios proyectada para este año 49.08 por cada cien mil habitantes, siempre demasiado alto, pero deja en evidencia que de una cima superior a 85 víctimas de la violencia por cien mil ciudadanos hay una disminució­n de más de 31%. Las cifras y estadístic­as son frías ante la violación del derecho a la vida y el dolor en la familia hondureña, pero el trazado y el recorrido de los últimos años son prueba de que podemos salir del abismo por el que éramos calificado­s, justa o injustamen­te, como el país, sin acciones bélicas, más violento del mundo. El reconocimi­ento de que la oscuridad va quedando atrás y se aprecia la primera claridad al final del túnel debe ser un estímulo real para el fortalecim­iento del primer derecho de todo persona: la vida, y de otros derechos fundamenta­les en el quehacer social y en la calidad de vida individual y colectiva.

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