El mejor consejo jamás recibido
A lo largo de mi vida, ya bastante larga por cierto, he leído y escuchado toda clase de recomendaciones de cómo sacar el mejor partido al tiempo, al implacable tiempo. De todos ellos hay uno, que me llegó hace poco, el mejor consejo de todos y que desearía haber recibido hace mucho. Quizá, si lo hubiera recibido y sabido apreciar hace unas cuantas décadas mi vida habría sido diferente y a lo mejor le hubiera sacado mayor partido. No me puedo quejar, me ha ido bastante bien. He logrado ver a mis hijos llegar a la edad adulta y contemplarlos siendo hombres y mujeres de bien, honrados y buenos no solo a los ojos de un padre, en realidad son honrados y buenos. He escrito varias novelas, algunas de ellas de regular éxito, de igual manera los amables lectores de esta columna me soportan desde hace muchos años, a pesar de que a veces pienso y escribo contradiciendo sus creencias religiosas u otros temas, pero me soportan. En los negocios también me ha ido bien, me han permitido vivir una vida tranquila y darme gus- tos, algunos solo reservados para unos pocos. He viajado por todo el planeta y conocido todos los lugares bellos que vale la pena conocer, descartando por gusto propio aquellos horribles o indeseables, así como he tratado de descartar de mi vida las cosas indeseables y horribles. Jamás he entrado a una cantina o bar con el propósito de tomar un trago, simplemente porque jamás he bebido, ni siquiera “socialmente”. He sido un apasionado de las causas que me han parecido justas, por algunas de las cuales estuve - y aún ahora - estoy dispuesto a luchar y hasta morir. Me he enamorado mil veces. La primera de los brazos gordos y seguros de mi madre, también de la sonrisa cristalina de mis hijos y de mil mujeres, aunque la mayoría de ellas jamás supo de mi amor. He llorado por cosas complicadas y también por cosas sencillas. A veces un atardecer hace que mis ojos se humedezcan tanto o más que con la partida de un amigo o un ser querido. Bajo el riesgo de parecer loco (y a lo mejor lo soy un poquito) he caminado bajo la lluvia sin importar que el agua me cale hasta los huesos y que la gente ría burlona. Quien no lo haya hecho alguna vez no sabe lo que es sentirse libre. He leído mucho desde muy joven y siempre, aunque ahora, a veces, pienso que ya no escriben como antes. ¿Dónde están los nuevos Paul Johnson, Verne y Asimov? “No estás en edad de posponer nada”: ¡Qué cierto y magnífico pensamiento! En realidad, nadie está en edad de posponer nada, porque nadie tiene garantizado cuánto le queda en “la libreta de ahorros de la vida”. Nadie debe posponer nada, a ninguna edad. Ni siquiera un niño debe posponer jugar porque, ¿podrá hacerlo más tarde o mañana? Le recomiendo, la próxima vez que tenga la oportunidad de caminar bajo la lluvia, hágalo, no posponga ese ni ninguno de los placeres pequeños o grandes que la vida ofrece. Dentro de una sana disciplina viva ahora, viva intensamente, no lo posponga, piense que el próximo segundo es el único segundo seguro que tiene.
"dentrodeuna sanadisCiplina vivaahora, el próximosegundo eselúniCoseguro quetiene”