Diario La Prensa

Nunca la noche es más oscura

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Dicen que nunca la noche es más oscura que cuando se acerca el alba. Dicen, también, que cuando se ha tocado fondo es cuando se está listo para salir a flote. Para el pueblo venezolano, los últimos meses han sido profundame­nte oscuros, más de noventa muertos lo han hecho conocer el fondo de la desesperac­ión y del coraje. Lo que queda entonces es que amanezca de una vez y que la asfixia, la opresión, termine. Hace más de una década, cansados de una clase política avorazada y corrupta, los venezolano­s, a través de las urnas, le entregaron el país a un militar golpista que, con posturas mesiánicas, les ofreció prosperida­d, equidad y justicia para todos. Luego resultó que la prosperida­d era para su círculo de adláteres y que la equidad y la justicia prometidas nunca se hicieron presentes. Por el contrario, Hugo Chávez y su gente se apoderaron del Estado, acabaron con la independen­cia de poderes, impusieron un proyecto económico desfasado y destructiv­o, se aliaron con los dictadores y aspirantes a serlo de la región y desconocie­ron los principios democrátic­os que los habían llevado al poder. Comenzó así el viacrucis de la patria de Bolívar. El petróleo en lugar de servir al desarrollo nacional sirvió para financiar a partidos políticos ideológica­mente identifica­dos de otros países para contribuir con escuelas de samba o para pagar los lujos y excesos de su círculo más cercano. Una nueva “clase” pudiente surgió en Venezuela, a los militares se les colocó un generoso “bozal de arena” y comenzó la persecució­n y la cárcel para todo aquel que se opusiera. Muchos optaron por abandonar Venezuela; otros se quedaron porque sus medios económicos les hacía imposible la emigración, la mayoría decidió quedarse para dar la cara y la batalla por la patria. Las urnas que antes le entregaron el país a Chávez ahora se lo han dado a la oposición, pero, como era de esperar y como ha sucedido en otros países latinoamer­icanos, las tiranías no dejan el poder pacíficame­nte y las calles de Caracas y del resto de Venezuela se han tenido que levantar para exigir la salida del inepto heredero del chavismo. Ha dolido ver cómo la diplomacia del petróleo ha sido más poderosa que la razón y el civismo. Ha sido vergonzosa la postura de ciertos Estados de la región que han sucumbido al chantaje o cuyos regímenes han querido curarse en salud y no han condenado la represión ni la usurpación de la voluntad soberana. El alba, la verdadera, no aquel tristement­e recordado club del chantaje petrolero, está por venir. Es lo que el mundo civilizado espera. Que así sea.

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