Términos coloquiales
“No diga malas palabras”, nos ordenaba la profesora, pero en la secundaria el profesor Joaquín Cardoza nos explicaba que no hay malas ni buenas palabras, sino palabras útiles o inútiles. Siendo así supe que todo dependerá del ambiente o contexto de habla, lo mismo que los niveles de la lengua en que se actúe, pues yo no le mandaría una excusa a mi directora en la que le informara que no asistí a mi trabajo porque amanecí de goma; pero sí les diría a mis compañeros que por sobado casi pierdo mi carro. Aprendí además que nuestra lengua tiene sus regionalismos e incluso localismos léxicos, vocablos que ya los registra el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE). “Desde que se vino de Honduras, Jorge pasa amusepado”, se dice en los ambientes coloquiales y campesinos de Honduras. Musepo (tristeza, melancolía, generalmente por nostalgia de su tierra natal o por asuntos sentimentales amorosos) es hondureñismo que ha pasado a formar parte de la lengua española, además de su derivado amuseparse. Otra palabra que ya está en el DRAE es “desplumado”, con su significado muy bien delimitado para Honduras: lempira, su moneda nacional (por supuesto que es coloquial y por consiguiente no se usa como nombre oficial). También es muy de Honduras el verbo pijinear (estar en parranda, divertirse mucho): “Te encanta pijinear con tus compañeros de trabajo”. Sin embargo, hay otros regionalismos muy del “Triángulo Norte” de Centroamérica: “Ese hombre es un bayunco, nunca dice algo de ver” es lo mismo que “Ese hombre es un patán, nunca dice algo de ver”. “Debo un cachimbo de dinero”, que equivale a “Debo una gran cantidad de dinero”. “Ese cerote no me sirve ni para trapear la oficina”, expresión en la que “cerote” se emplea como un insulto.