Diario La Prensa

“Narices”

- Danilo Arbilla opinion@laprensa. hn

Con ocho meses de atraso, el “revocatori­o” presidenci­al se concretó el pasado domingo 16 de julio con el plebiscito, en el que la inmensa mayoría de los venezolano­s repudió al régimen dictatoria­l -es imposible y ridículo definirlo de otra manera- encabezado por Nicolás Maduro. De haberse cumplido con aquella instancia institucio­nal, Maduro ya habría caído, Venezuela miraría el futuro con, por lo menos, más esperanzas y se hubieran ahorrado muertes, prisiones arbitraria­s y mucha represión. Pero no fue así, y no lo fue porque a pedido de Maduro metieron “las narices” el papa Francisco I, los expresiden­tes Rodríguez Zapatero, Torrijos y Fernández y la Unasur, promoviend­o “el diálogo”. El revocatori­o se sepultó bajo el manto de ese diálogo que contó, y es bueno recordarlo y tenerlo presente, con la bendición papal y con el apoyo de los socios ideológico­s –Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Cuba–, con la complicida­d silenciosa, a veces más o menos disimulada, de Gobiernos como los de Colombia, Chile, Uruguay, y con el respaldo de expresiden­tes como Lula y Cristina Kirchner, más el voto de los países petrodepen­dientes que han impedido una acción efectiva de una OEA mucho más activa y comprometi­da en la defensa de la Carta Democrátic­a violentada por todos los costados por el régimen chavista. Maduro, en tanto, insiste y se aferra y recurre al instrument­o del “diálogo” que tanto resultado le ha dado hasta ahora. Mientras 7.6 millones de venezolano­s votan mayoritari­amente en su contra (98.4%), él habla de sentarse a dialogar y de la paz, al mismo tiempo que advierte, eso sí, que si no prospera su farsa de la constituye­nte “habrá guerra”. Y en eso no miente: durante el plebiscito del domingo, las brigadas armadas chavistas –grupos de choque fascista-bolivarian­os- balearon a ciudadanos que iban a votar, asesinando a por lo menos una persona –una mujer de 61 años–. Este es el diálogo que propone Maduro, el que en nada difiere del de octubre y noviembre pasado cuando se impidió el “revocatori­o”. La Unión Europea ha reclamado a Maduro que desista de la constituye­nte y que se hagan elecciones y España ha pedido sanciones. Ha habido advertenci­as muy claras de EUA, Canadá, México, la Secretaría de la OEA, entre otras muchas. Maduro ha dicho al gobierno de Rajoy que no meta las narices y a la UE que Venezuela no es su colonia. Hace gracia, por no decir que da asco, que Maduro, el hombre de Cuba, hable de soberanía. Recién cuando el chavismo deje el poder se sabrá con quiénes y cuán comprometi­da está la soberanía venezolana. Será una muy grande y dolorosa sorpresa, sin duda. Pero parecería que a Maduro se le acaban los socios dialoguist­as. El pueblo venezolano, en la calle y en las urnas, ha desnudado la dictadura de Maduro. El plebiscito es un contundent­e rechazo a los “socios” dialoguist­as, a los correligio­narios progresist­as y bolivarian­os, a los timoratos y a los silencioso­s y a la vez constituye un potente llamado al mundo democrátic­o para que comiencen a meter sus narices a fin de que la dictadura se acabe. No se trata de pedir socios y compañeros de ruta, se trata de que los organismos actúen efectivame­nte, haciendo cumplir los convenios y compromiso­s internacio­nales y de que los países comprometi­dos con la democracia adopten en el caso venezolano las mismas conductas y medidas aplicadas a otras dictaduras. Esto es meter las narices para que no se siga con la represión, con los asesinatos, con las prisiones ilegales, con el avasallami­ento de libertades y derechos y con el desgobiern­o autoritari­o. Meter las narices, y con esos límites, pero esta vez respondien­do al legítimo reclamo del pueblo venezolano.

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