Elogio a la amistad
En 1986 realizaba algunos trabajos de investigación jurídica frecuentando la biblioteca del profesor Roberto Ramírez para ilustrarme doctrinalmente en los diversos temas que me interesaban desde el punto de vista histórico o comparativo. De este modo hojeando las “Siete partidas” me llamó la atención la referencia que se hacía en ellas al culto a la amistad como virtud humana. Ninguna legislación en el mundo regula normativamente la amistad como institución. Solo lo hacen las “Siete partidas”, que como se sabe constituyen junto a la “Divina comedia” y al arte gótico una de las maravillas del siglo XIII. Escritas por Alfonso el Sabio, esta compilación de leyes son un monumento del derecho histórico, que reflejan las costumbres y el saber de aquella época, que tuvo una difusión extraordinaria en las Indias Occidentales. El rey Alfonso el Sabio consideraba que la amistad era digna de ser incorporada en un cuerpo de leyes, y así lo hizo en la Partida IV, expresando en español antiguo que era “una virtud en si e provechosa a la vida de los omes”, destacando que si los hombres, genéricamente hablando, tuviesen entre sí una verdadera amistad “non avrian menester justicia, porque la amistad les farie complir e guardar aquello que manda la justicia”. Lo que entronca con el Antiguo Testamento, que preceptúa “amar al prójimo como a sí mismo”. De conformidad a este criterio, la Revolución francesa consagró la famosa expresión: “Libertad, igualdad y fraternidad”, a la cual los juristas del mundo moderno se han referido como elementos de convivencia humana, enunciada por el derecho de gentes y aun por el derecho internacional. Las “Siete partidas” no descuidaron este enfoque y trataron los deberes que tienen los hombres entre sí por amis- tad. Las Leyes II y III del Libro Cuarto, señalan que “ningún hombre quiere vivir en este mundo sin amigos”, agregando que “los hombres más honrados, poderosos y ricos tienen necesidad de amigos”. Sin que por supuesto quepan en este análisis los falsos amigos que entre nosotros simulan una amistad por simples intereses o aun por mezquindades que les son afines. He pretendido en estas líneas poner al alcance de mis lectores más curiosos las ideas que Alfonso el Sabio expuso en las “Siete partidas” para que elogiemos a nuestros amigos. Yo en particular siempre lo hago elogiando mi amistad con J. Roberto L. y Enrique M. A., que me han inspirado para escribir este artículo y con quienes me vincula una amistad muy próxima a la hermandad, que cada vez se consolida más, y que es, como Quique me lo ha expresado, “de acero”.
"NiNguNa persoNa, NiricaNi poderosa, quiere vivirsiNamigos, todastieNeN Necesidadde ellos"